Durante una semana del pasado mes de mayo, la puerta de Goya del Museo del Prado de Madrid ha visto cómo el neoclásico del gran arquitecto Juan de Villanueva se revestía del barroco más florido, gracias una espectacular y gigantesca decoración floral, a tono con las tres exposiciones temporales de arte barroco que ofrecía en su interior.
Evocaba, entre otras cosas, todos esos arcos triunfales efímeros que se levantaban en las ciudades con motivo de magnos acontecimientos, de los que en Málaga quedaron prolijas descripciones y grabados en tiempos más recientes pero políticamente ‘barrocos’: los de la visita de Isabel II en 1862.
Arte, exaltación y flores es lo que nos ofrece precisamente el Corpus Christi en los próximos días. En realidad, no hay que rascar mucho en las festividades de la Iglesia para descubrir que la mayoría de ellas están superpuestas a antiguas fiestas paganas.
En estos días además confluyen varias tradiciones arcanas que guardan relación con el reverdecer de la Tierra y, pocas semanas después, con la máxima potencia que alcanzará el astro rey. Así que la cosecha, las cruces de mayo, San Isidro Labrador, la celebración del Corpus o la noche de San Juan enlazan con un mundo remoto en el que Jordi Hurtado no había nacido todavía.
Y si hace unas semanas hablábamos de un poste reconvertido en árbol cerca de la plaza de la Higuereta, en Churriana, hoy volvemos a traer aquí a un viejo conocido, un poste profusamente florecido, también por obra y gracia de la Naturaleza, en este caso en la calle Bolivia, en Pedregalejo.
Una vieja ‘deidad prehistórica’ en Churriana
Como saben, en la ciudad de Málaga hay un auténtico bosque de postes, algunos de ellos huérfanos de cables. Pese a que se anuncian obras para soterrar el cableado, justo al lado de este poste, en la calle Venezuela y aledaños, se abrieron hace poco las aceras para luego cerrarlas, los viejos postes siguen obstaculizando el tránsito y sólo cuando Endesa o Telefónica se caigan del guindo se soterrarán los cables.
El poste florido en cuestión, por suerte, está en un tramo ancho de acera, no estorba el paso y cada primavera renace con más y más barroquismo porque está totalmente engalanado por una enredadera de la amplia familia de las bignonias.
En realidad, sólo hay que contemplar el pie para constatar que son varias las plantas que sustentan este prodigio floral. ¿No podría el Ayuntamiento fomentar estos exornos para reconvertir postes cochambrosos olvidados por sus propietarios? Ánimo.