Crónicas de la ciudad
Una vieja ‘deidad prehistórica’ en Churriana
La Naturaleza ha ido formando desde hace más de 15 años una suerte de altar pagano ligado al renacer de la vida en calle Vega.
Los romanos, en su larga lucha contra Aníbal y para que la balanza se inclinara a su favor, decidieron reforzar su panteón haciendo suyo el culto a la diosa Cibeles, que se veneraba en Frigia -la famosa tierra de los gorros-. El mito asiático señalaba que Cibeles era la madre de los dioses y de su hijo Atis, dios de la vegetación, que pasaba a mejor vida para luego resucitar cada primavera.
Otro mito arcano, relacionado con los famosos misterios de Eleusis, cuenta el cíclico despertar de la Naturaleza de la mano de Deméter y su hija Perséfone.
Que hubo vida antes de la aparición del teléfono móvil lo demuestran estos mitos milenarios, surgidos mucho antes de la llegada de griegos y romanos, provenían de las mentes primitivas que trataban de explicarse el mundo cuando todavía no existía la AEMET. El cosmos, el paso de las estaciones y las cosechas eran los fundamentos del ser humano al menos desde el Neolítico y a través de ellos crearon una constelación de historias para tratar de desvelar los cíclicos misterios de la vida.
Por eso, resulta emocionante encontrarse con un resquicio en el que todavía parecen pervivir, al menos simbólicamente, ritos remotos seguramente prehistóricos.
Podemos comprobarlo en una calle de nuestros días, en la calle Vega, casi enfrente de la calle Caño, en Churriana, muy cerca ya de la plaza de la Higuereta.
Allí se desarrolla, desde hace más de 15 años, una suerte de ‘poste florecido’ que parece querer ‘entroncar’ con las remotas creencias paganas del culto a los árboles como símbolos de la vida eterna.
Como recuerda el profesor de la UMA Demetrio Brisset en su estupendo libro ‘La rebeldía festiva. Historias de fiestas ibéricas’, los germanos del pasado montaban en su casa un ‘árbol del paraíso’ el 24 de diciembre, para la fiesta de Adán y Eva, origen del árbol de Navidad.
Pues bien, en este rincón de Churriana hay un hueco para otear el pasado con la floración exuberante de una enredadera de solana azul (Solanum rantonettii) un arbusto que también puede ser trepador y que ha terminado por colonizar lo que, inicialmente, parece un árbol tronchado, quizás una falsa acacia que no llegó a buen puerto, pero que sirvió de soporte para que el precioso y modesto solano azul, año tras año, subiera de altura hasta llegar a la cota actual, que recuerda a esas torres humanas de los castellers en Cataluña.
Hay un ‘túmulo floral’ parecido en calle Bolivia, cerca del arroyo Jaboneros. Es un acierto que Parques y Jardines les permita seguir desarrollándose; como si fueran viejas deidades prehistóricas.
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