Memorias de Málaga

Los cambios sin fin de la RAE

La Real Academia de la Lengua no para de presentar inesperados cambios de las reglas, supresión de acentos o tildes que dan al traste con las normas aprendidas en el colegio de los Maristas

El Colegio de los Maristas estaba en La Caleta en un edificio que luego fue la sede de la Escuela de Turismo.

El Colegio de los Maristas estaba en La Caleta en un edificio que luego fue la sede de la Escuela de Turismo. / Gregorio Torres

Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Cada mañana, al ponerme ante el ordenador para seguir redactando las Memorias de Málaga, me enfrento con el mismo problema: qué dice la RAE. Porque la Real Academia de la Lengua me trae loco con sus inesperados cambios de las reglas, supresión de acentos o tildes, nuevas palabras, españolización de la barahúnda de términos relacionados con las modernas tecnologías, apócopes inesperados y cambios en la ortografía de muchas palabras aceptando las mal escritas para ¿facilitar? el lenguaje escrito y hablado.

En el primer párrafo ya he utilizado la palabra barahúnda, escrita como creo que se ha escrito toda la vida: con hache intercalada. Pero ya se admite escribir baraúnda. Todavía caigo en el error de escribir fué con acento, vió y otras palabras que durante años les puse acento porque así me lo enseñó el hermano Esteban, de la Congregación de los Maristas, cuando estudié las primeras letras en el colegio que estaba en La Caleta y que ahora es Escuela de Turismo. En los dictados, si no ponía acento en los dos casos citados (fué y vió), me ponía falta.

Otra cosa que aprendí y puse en práctica, y sigo con la costumbre, es la regla de utilizar el masculino al referirme, por ejemplo, a los habitantes de Málaga. Con escribir o decir «malagueño» es más que suficiente; engloba los dos sexos. Ahora, por un feminismo que respeto, hay que matizar: malagueños y malagueñas, españoles y españolas… para no malquistarse con las mujeres.

Hasta no hace nada, en las reseñas de las semanales reuniones del Consejo de Ministros bastaba con redactar la información con la frase correcta «los ministros acordaron la subida de las pensiones…»; ahora hay que redactar la información «los ministros y las ministras acordaron…». Por un lado, vamos reduciendo las palabras (cole, en lugar de colegio; finde, en lugar de fin de semana) y por otro, obligando casi a utilizar el masculino y femenino para que no quede la menor duda en la interpretación de cada suceso o acontecimiento.

Aunque parezca un chiste (el terremoto que ha asolado regiones de Turquía y Siria no es precisamente objeto de broma), un informador, no sé si político o periodista, refiriéndose a las tareas de salvamento de los miles de ciudadanos sepultados entre los escombros, dijo que se habían rescatado con vida a niños y niñas y ciudadanos y ciudadanas. Se me antoja una precisión innecesaria. Y destacó la extraordinaria ayuda de los perros en la localización de las víctimas. Le faltó matizar, perros y perras.

Los cambios sin fin de la Rae

El propietario y encargados de Casa Aranda, en 1999. | GREGORIO TORRES / Guillermo Jiménez Smerdou

Al loro

«Estar al loro» (lo he leído en Google) es una expresión acuñada en la Guerra Civil Española. Los soldados italianos decían «sono loro», (son ellos) cuando veían a los otros. Yo estoy «al loro», o sea atento, alerta y bien informado… en el momento de redactar cada capítulo de las Memorias. Así, pues, empecé la colaboración de este lunes respetando las pautas del momento presente:

Hoy lunes o lunas me levanté con ganas o ganos de tomar un café con churros o churras bien freídos o freídas en Casa Aranda. Mientras el camarero, y no camarera porque en el citado establecimiento no he descubierto o descubierta ninguna mujer, tomaba la comanda, abrí el periódico o periódica para saber si los ministros y ministras se habían puesto de acuerdo o acuerda sobre la ley o leya de los menores y menoras en lo concerniente al uso o usa de los móviles durante las clases y recreos o recreas…

Los cambios sin fin de la Rae

El pintor malagueño Félix Revello de Toro. / L. O.

¡Hasta aquí hemos llegado!

Retorno al Colegio de Maristas de 1935 con mis compañeros de clase, uno de los cuales recuerdo con cariño porque es tan longevo como yo. Me refiero a Félix Revello de Toro, que era la admiración de todos los compañeros de clase porque dibujaba como un maestro.

Su padre era el profesor de Dibujo de los Maristas, primero en el edificio de La Caleta y en mi segunda etapa de alumno del centro, en un edificio entre la plaza de San Francisco y la calle Marqués de Valdecañas. Ya estamos en 1938. Los compañeros de 1935 nos reencontramos en la nueva sede.

Lo que sí había cambiado era el profesorado. Todos los anteriores (el hermano Guzmán, don Abilio, el hermano Esteban…) habían sido fusilados en 1936. El nuevo director era el hermano Liberato. Mi nuevo profesor, no me acuerdo. Mi memoria no da para más.

Como el nuevo colegio de los Maristas no tenía suficientes hermanos para todas las enseñanzas (Primaria y Bachillerato), el examen de ingreso para acceder al Bachillerato lo hice en el Instituto de la calle Gaona, donde miles de malagueños (entonces no había que matizar lo de malagueñas) hicimos el examen de ingreso, unos para continuar los estudios en el mismo centro, con un cuadro de catedráticos que ha pasado a la historia (Alfonso Pogonoski, García Rodejas, Bañares, Emilio Jiménez…) o en otro colegio. Mis padres me matricularon en San Estanislao, más conocido como El Palo, gestionado por los jesuitas.

Y sigo con los masculinismos y feminismos en la cabeza. El otro día, festejando no sé qué, fuimos mi mujer y yo a comer a un restaurante, y a la hora de pedir el postre le pedí a la camarera que quería fresos con nato… Se quedó en blanco y yo sin saber qué decir, porque no me salía decir fresas con nata. No, si la RAE me va a volver loco de verdad.

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