En marzo de 2001, en un día de lluvia que hoy nos parece algo tan exótico como pasar un puente festivo en Marte, el autor de estas líneas visitó el barrio de Monte Pavero -protagonista de una par de crónicas la semana pasada- con el fin de ‘radiografiar’ su estado hablando con un buen número de vecinos.
Monte Pavero regresa a nuestro Siglo de Oro
En la foto principal que ilustraba el reportaje podía verse la que entonces era conocida como ‘calle Caída’, un tramo de calle desplomado por las inundaciones de 1989 que, a esas alturas del naciente siglo, todavía no había sido reparada.
El desplome impedía que el barrio tuviese una vía de entrada y otro de salida, por eso los vecinos pedían ‘levantar’ la calle ‘Caída’ y conectarla con la calle Albacete, algo que, afortunadamente, sucede desde hace muchos años.
El día después de la inundación de 1989 en Málaga
Lo llamativo es que esas obras de reparación no fueron lo contundentes que habría que desear. En la foto tomada ese lejano y ‘espacial’ 2001 se observa a la izquierda, junto al murete, un pequeño tramo de esa calle hundida que todavía sobrevive sin caerse con todo el equipo, como guardando el equilibrio al pie de uno de los bloques.
Lo llamativo es que, 34 años después de las inundaciones, este pequeño resto de la ‘calle Caída’ sobrevive en Monte Pavero y su altura y aislamiento la convierten en una especie de tierra de nadie.
Tan es así que continuando por esta meseta en precario nos topamos, casi llamando a las ventanas de uno de los bloques, con un importante túmulo de tierra sobre el que crece un cañaveral, sembrado de papeles de todo pelaje.
Se nota que el Ayuntamiento hace lo que puede al pie de este territorio ignoto porque ha pintado de blanco el tronco superior de algunos árboles, en un intento por frenar con la botánica el periódico lanzamiento de basura desde las alturas de los bloques.
Adoradores del vidrio en un rincón de Monte Pavero
Pero en este lugar a medio camino entre el cielo y la tierra, restos de una calle que oficialmente fue reparada hace muchos años, el enigma administrativo permanece en la inopia, con la compañía, eso sí, además de la de las cañas, de comederos para gatos. Confiemos en que estos pongan a raya las ratas cuando abunden la basura y el incivismo.
En las fotos aéreas de Google Maps se aprecia con claridad el tramo de calle que no conduce a ninguna parte. Quién sabe si en siglos posteriores, cuando avance la degradación de los materiales, no la confundirán con una desconocida calzada romana que, subiendo por el ‘Mons Paverus’ conducía hasta el corazón de Malaca. Habrá que esperar.