Una trola histórica que el sol difumina en el Puerto

Cierto que Carles Puigdemont cree, como si se tratara de un hecho real, haber sido el presidente número 130 de la Generalitat así como el portavoz de un conflicto político 230 años más antiguo que el de israelíes y palestinos, pero no se crean que las historias mitológicas sólo alimentan a creyentes nacionalistas. 

Como más de una vez ha comentado esta sección, en el Muelle Uno asentó sus reales hace unos años un bulo histórico que persiste gracias a una combinación letal pero muy malaguita de abulia burocrática y firme desinterés por la Cultura. 

Todavía resuenan en el espacio portuario las palabras de un alto cargo que pasó toda su vida laboral de flor en flor (de puesto en puesto político), incluido el negociado cultural y que no supo distinguir el latín del inglés en una intervención pública, así que no pidamos peras al olmo.

El caso es que el Muelle Uno instaló hace tiempo un par de postes informativos que escoltan la antigua capilla del Puerto en los que narran un episodio de ciencia ficción como si fuera cierto, con el agravante de que está expuesta en dos idiomas, español e inglés, para que alcance al mayor número de inocentes.

Emplazados tanto en el propio Muelle Uno como en el Paseo de la Farola, los postes narran una historia digna de la saga de Tolkien. En concreto, informan de la historia de la capilla portuaria y comentan que en 1531 se erigió un oratorio en el Puerto con una imagen de Nuestra Señora del Mar a cargo de los frailes mínimos. Hasta aquí todo bien pero ahora viene la fantasía sobre el edificio: «Derribado por los asedios de las armadas de Flandes, fue reconstruido en 1649 al comienzo del actual Paseo de la Farola». 

Como ya ha comentado esta sección más de una vez, el mayor experto sobre la Historia del Puerto de Málaga, el académico de la Historia Francisco Cabrera Pablos, ha desmentido esta información. Afortunadamente para los malagueños del siglo XVII y siguientes (y por supuesto, con anterioridad) nunca una armada de Flandes hizo un amago de Armada Invencible o Gran Armada para asediar nuestra ciudad y hacer fosfatina el oratorio del Puerto.

Este hecho, sencillamente, nunca ocurrió salvo que se entienda como ‘asedio flamenco’ el desembarco de Juanito Valderrama y su troupe del Melillero. 

Por descontado, en estos años nadie se ha molestado en sustituir los postes por otros con información real. Por eso, es de justicia poética comprobar cómo el sol -cada vez más justiciero en Málaga- va poco a poco haciendo desaparecer este cuento sólo apto para expresidentes fugados y turistas incautos.

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