Jesualdo Ferreira tiene mucho trabajo por delante. Un entrenador puede elegir, dentro de los parámetros económicos permitidos, los jugadores que quiere para formar un buen bloque, con calidad en teoría para superar al rival de turno. Pero si estos futbolistas no muestran garra, anticipación y, sobre todo, motivación, poco se puede hacer para ganar un partido. Bien es cierto que todavía es pretemporada, que de poco sirven los resultados, que lo realmente importante es comprobar la capacidad de rendimiento de cada malaguista, tanto en el plano individual como en el colectivo. Sin embargo, a un paso del arranque liguero, ayer un equipo recién ascendido a Segunda División como el Granada le dio todo un baño de actitud al conjunto albiceleste –esta vez sólo en la franja diagonal de la camiseta–.

En la XXXI edición del Trofeo Los Cármenes, que se adjudicó el Granada, el conjunto local le hizo mucho daño a los blanquiazules por el costado izquierdo, con tres ex malaguistas como protagonistas. Rubén Párraga taponaba muy bien al uruguayo Sebas Fernández, que ayer se estrenó como titular junto al portero Galatto –debutante desde que firmó–, Abel Gómez creó innumerables huecos cerca de la media luna del área visitante, y Álex Geijo, con su conocida habilidad, puso en jaque a un nervioso Iván González, aprovechándose de un error del torremolinense para poner el 1-0 tras rechace del central a tiro suyo.

Por primera vez desde que Jesualdo Ferreira es entrenador del Málaga, situó en el once inicial a cinco fichajes: Galatto, Sandro Silva, Eliseu, Sebas Fernández y Rondón. Sólo faltaban el lesionado Malagueño y Quincy. Cabe recordar que en la última victoria, frente al Panionios griego, sólo había un refuerzo en la alineación, Eliseu.

Lento, espeso, sin mordiente arriba se mostró el Málaga CF en una primera mitad para olvidar, en la que a pesar de todo Eliseu tuvo una ocasión de gol clamorosa tras un carrerón de Sebas Fernández al contragolpe. El charrúa le dio el balón en bandeja al luso, que incomprensiblemente tiró con su pierna mala, la derecha, cuando le llegaba a la izquierda.

El empate hubiera sido un espejismo, porque el cuadro entrenado por Fabri González pudo haber marcado media docena de goles: cabezazo de Orellana, tiro con el interior de Dani Benítez, testarazo de Mensah –estaba solo–, derechazo de Benítez fuera por poco tras pérdida de balón de Manu Torres, centro-chut de Abel que casi se cuela y derechazo de nuevo del sevillano con toda la portería para él.

Abdullah Ghubn, ausente

La representación malaguista en el palco de Los Cármenes, muy amplia, debía estar sorprendida en el aspecto negativo hasta entonces. Sin Abdullah Ghubn, estuvo formada por Yasmin Al Sahoud, Fernando Sanz, Paco Martín Aguilar y José Carlos Pérez.

Tras la reanudación, Jesualdo Ferreira movió ficha para incluir a Juanito y formar un doble pivote defensivo junto a Sandro Silva, y a dos elementos ofensivos, Baha y Quincy –incrustado por dentro–, que esta vez jugó algo más que frente al Wehen Wiesbaden. El deseado dibujo 4-3-3 pasó a ser un 4-2-3-1, con la tripleta Quincy-Baha-Eliseu por detrás de Rondón. Con este sistema, el Málaga CF contenía mejor las acometidas en ataque de los granadinos, que habían llevado mucho peligro por medio de Dani Benítez y Abel.

El juego vibrante de los locales de la primera parte fue frenado; el conjunto malagueño buscaba el empate a la contra, pero con más corazón que cabeza. Incluso pudo llegar el 2-0 en un libre directo de Abel, que provocó una gran estirada de Galatto, aunque Pino Zamorano pitó saque de puerta en vez de córner.

Sin prisas, el bloque de Jesualdo Ferreira intentó igualar el choque, aunque siempre al contragolpe, ya que la iniciativa correspondía al cuadro granadino, que forzaba numerosas faltas cerca del área para poner la puntilla.

Sólo Quincy, que hizo un par de quiebros en medio metro a Nyom y Mensah, se mostró tímidamente incisivo en ataque. Un cuarto de hora sin ocasiones. Una pérdida de balón de Juanito propició un pase de gol de Orellana a Muriel, que no entró de milagro, como ocurrió segundos después en un cabezazo al larguero de Mensah. Baha pudo haber salvado el honor de libre indirecto. Pero no hubiera sido un empate merecido.