Hay tipos que merecen ser felices siempre. Porque son auténticos. Porque afrontan la vida de cara. Porque saben valorar las cosas en su justa medida. Willy Caballero (Santa Elena, Entre Ríos, Argentina, 28/09/1981) es un ganador nato al que la suerte le dio la espalda hace cinco años. Pero al fin recuperó la felicidad.

¿El mundo del espectáculo perdió a un buen músico pero el fútbol ganó a un gran portero?

El fútbol me enseñó a ser portero y ojalá con los años me considere un gran portero. Lo de músico es un hobby lejano, que lo disfruto en casa. Ya toqué con Nico Burdisso, pero me hubiera gustado compartir más años.

En la pensión de Casa Amarilla, ¿cómo era el ambiente?

Era un ambiente de chicos de 13 a 20 años, convivíamos 110 ó 12o jugadores de todas las provincias de Argentina. Convivíamos con 3 cocineras, una asistente social y con buena gente como los preparadores físicos (Alfredo Altieri y Víctor Civarelli). Fueron tantos años allí y tanta cantidad de chicos que entran y salen... A fin de año se sube y se baja al pulgar en Boca Júniors. Eran fechas difíciles. La amistad que habíamos cosechado se perdía. Entonces no existía internet. Pero fueron recuerdos bonitos de la pensión, nuestros primeros partidos y entrenamientos, el debut con la camiseta. Se lo debo todo a Boca y a la pensión por cómo me trataron. Sin el fútbol, no sé lo que haría. Me marcó mucho esa época.

Donde esté un buen asado y una guitarra, ¿que se quite lo demás?

Sí, mientras la carne sea buena (risas). Soy muy de todo eso. Prefiero eso a tres días en Cancún.

¿Cómo es Willy Caballero lejos de un campo de fútbol?

Muy tranquilo, hogareño, de mis hijas y de mi mujer. En los ratos libres, trato de disfrutar de ello, de comer bien, descansar, de tocar la guitarra. Nada fuera de lo hogareño.

¿Y otras aficiones?

Me gusta el pádel, pero no juego muy seguido. También me gusta dibujar, y mi hija y yo dibujamos juntos.

Ha tenido momentos muy buenos: la Copa Libertadores, el Torneo Apertura, la Intercontinental, el Oro de Atenas´2004 y el Mundial sub´20 en 2001. ¿Con cuál se queda?

Me quedo con el Mundial, porque jugué la semifinal y la final, y con el oro olímpico por la convivencia, jugué el previo en Chile, pero me quedé con la espina de no jugar algún partido. Jugó Lux, del Mallorca. Mi meta es volver a conseguir un título de titular. Por eso tenía tantas ganas de llegar al Elche y ascender, no lo pude lograr y ojalá tengamos en el Málaga la suerte de conseguir algún título.

¿El peor momento deportivo?

No lo he tenido, porque siempre he respetado mi momento de suplente, de lesiones... O no las he valorado como negativas. Cuando no jugué, siempre valoré que el que jugaba era mejor que yo. Ojalá no lo tenga.

El peor momento en lo personal llegó en 2006, con ese cáncer de retina que se le detecta a su hija Guillermina.

Lo que le encontramos a Guillermina es un caso de no sé cuántos millones, imposible de explicar la enfermedad que tiene y también muchos niños. Nos pusimos en contacto con muchos padres. Es increíble (se emociona) que pase esto a alguien tan pequeño. Nos tocó a nosotros sufrirlo. Fueron seis meses muy duros. A mí me tocó dejar el fútbol (fue al Arsenal de Sarandí, de Argentina, pero no jugó). Si no, no habría sido posible estar cerca de ella y de mi mujer, que lo necesitábamos. Volví seis meses a Argentina para no jugar. Tengo mucho que agradecerle a gente de la selección que me llamó para entrenar, al cuerpo técnico de José Peckerman y me dieron fuerza y motivos para seguir jugando, y a la gente del Arsenal, que me trató muy bien, mientras continuábamos con el tratamiento que recién terminó hace año y medio. Desde hace año y medio Guillermina (9 años) tiene el alta. Ahora está muy bien. Es la que más felicidad irradia y la que nos contagió de felicidad a todos cuando estaba enferma.

Imagino que Lucía, su mujer, ha sido un apoyo increíble.

Sí. Ella lo es todo para mí. Ella fue la iluminada por Dios para encontrarle la enfermedad a mi hija Guillermina y siempre fue más joven que yo pero al mismo tiempo más adulta en todos los sentidos: en el apoyo, en la forma de ver las cosas, en lo positivo y en no buscarle el porqué a todas las cosas. Lo más común es preguntarnos a menudo por qué a mí, por qué a nosotros, y esa pregunta no tiene respuesta.

Luego llega Aitana, que da mucha alegría a la familia.

Aitana (este mes cumplirá un año) da mucha alegría, da mucho trabajo.

Tiene nombre de montaña alicantina.

Sí, nos gustó mucho ese nombre. En Argentina no se oye. Lo habíamos escuchado en Elche.

¿Pensó alguna vez que le gustaría tener un niño para inculcarle los valores del fútbol?

Sí. Pero pensé que si sale niño, no tendrá condiciones futbolísticas, porque soy portero (risas). No, mentira. Me hubiese gustado, porque veo a muchos compañeros con niño y me encanta verlos jugar al fútbol. La vida me deparó esas dos niñas. No sé si seguiré buscando el niño. Pero estoy muy contento con la familia que tengo.

Con este Málaga CF, la selección argentina no queda lejos...

Ojalá que sí. Creo que cualquier cosa buena hecha en Segunda no se asemeja a uno en Primera. La repercusión mundial... en Argentina se sigue mucho la Liga española. Pero para eso hay que jugar muy bien.

¿Qué destaca de Buonanotte, compañero de habitación?

Más allá de conocerlo de los River-Boca, ahora lo estoy conociendo mucho y espero formar una gran amistad. Es rápido, habilidoso. Salir de la hinchada argentina le puede venir bien a él y a toda su familia.