No será porque no lo avisamos durante la semana. El recital del Málaga ayer en La Rosaleda ante todo un Real Madrid se veía venir. El tufillo con el que ambos equipos llegaban al partido hacía presagiar una nueva oda al fútbol del Málaga frente a otro grande. Y así fue. Una vez más, el conjunto de Javi Gracia se disfrazó de David para someter a Goliat. Es cierto que el Madrid consiguió sumar un punto en Martiricos -que no perder dos-, pero debió marcharse a la capital con una derrota a cuestas de no ser por la ayuda arbitral.

Suena a prepotencia pura, y sobre todo cuando el que viene a jugar a La Rosaleda se llama Real Madrid, que te gana el 90 por ciento de las veces. No hay que olvidar el elenco de estrellas que congrega la plantilla blanca: Cristiano, Isco, Modric, Ramos, Marcelo, Keylor...

Pero la de ayer era una tarde que venía impregnada con aroma de gesta blanquiazul, una epopeya que sólo Iglesias Villanueva y sus asistentes se encargaron de manchar, al conceder un gol en claro fuera de juego a Cristiano Ronaldo.

El Málaga que entrena el navarro lleva la palabra «matagigantes» tatuada en el pecho. Por su cuchillo ya pasó el Atlético y ayer el Madrid se libró por un favor arbitral de los que claman al cielo.

Pero el fútbol fue justo, al menos a medias, y concedió que el Málaga empatara un partido que mereció ganar. No fue en ninguna de las numerosas ocasiones de las que gozaron los arietes malaguistas, que perdonaron la vida a los chicos de Zidane. Tuvo que ser Albentosa, a pase de Weligton, el que pusiera cordura en un marcador que ni el Madrid se creía. Defensas que se convierten en delanteros y delanteros que se convierten en defensas. Todo vale en el ideario de Gracia para sumar otro grande más a su lista de víctimas. Y es que, el Real Madrid no ha conseguido ganar al Málaga en esta temporada. Palabras mayores.

Y eso, que pese a sin merecerlo lo más mínimo, el Madrid pudo sentenciar el partido a renglón seguido del ilegal gol de Cristiano con un penalti -éste sí era- que Kameni atajó al astro portugués, desquiciado con la grada durante los 90 minutos.

Pero este Málaga está hecho de otra pasta contra los grandes. No se arruga. La fe y la convicción que muestra el equipo ante Madrid, Barcelona o Atlético es inquebrantable. Los tres transatlánticos de la Liga lo saben, ven la decisión en los ojos de los futbolistas que visten de blanco y azul y temen la pizarra de Javi Gracia, que una vez más agiganta su leyenda.

Tras el gol de CR7 -que nunca debió subir al marcador-, el conjunto blanquiazul volvió al guión inicial. La presión asfixiante a la salida del balón del Real Madrid hizo efecto una y otra vez. Tan eficaz que chirrió ver como futbolistas de la clase de Sergio Ramos achicaban balones como amateurs. El mismo entremado táctico que hace menos de un mes con el Barcelona, pero esta vez sí dio frutos.

Y es que debió marcharse al descanso el Málaga al menos con una diferencia de tres goles, pero ayer los delanteros blanquiazules salieron con la pólvora mojada. Horta, Juanpi y Cop tuvieron ocasiones clamorosas para batir a Keylor Navas, que no sudaba tanto bajo los palos desde el pasado Mundial con Costa Rica.

El Málaga se vacío en la primera mitad, bailó al Madrid, gozó de un sinfín de ocasiones, pero se marchó al vestuario con un 0-1 que escocía. Las cosas del fútbol.

Pero la premisa tras el descanso era la misma. El equipo y La Rosaleda olieron la sangre ante un Madrid superado por los acontecimientos y que no era capaz de detener las acometidas malaguistas. Cop, Charles, Horta y Juanpi batallaron cada balón y la medular blanquiazul ganó todas las segundas jugadas al Madrid de Zidane, que se desesperaba desde su área técnica.

Horta, Cop y Juanpi volvieron a malograr oportunidades para batir a Keylor. No había manera de hacer diana, pero entonces llegó Weligton para asistir a Albentosa y establecer la igualada.

El Málaga, desfondado por un esfuerzo titánico, dio un paso atrás y el Madrid, tímidamente, busco el gol sin la convicción de un equipo al que se le escapaba el campeonato. Aún así, el Málaga, a al contra, no había dicho la última palabra y los cambios de Gracia dieron cierto aire al equipo, que gozó de alguna oportunidad más para completar la gesta.

Finalmente, lo que pudo ser una tarde para la historia y el recuerdo, como aquella de diciembre de la temporada 2012/13 ante el Madrid de Mourinho, se quedó en empate.

Eso sí, el partido sirvió para que Gracia volviera a mostrar su poderío táctico ante un grande. Si el navarro quiere, se forraría vendiendo a fascículos un manual de cómo maniatar a un coloso.