Un empate, un simple punto repartido, siempre suele dejar visiones ambiguas y análisis encontrados. Hay a quien le gusta ver la botella medio llena, pensar que este Málaga volvió a sobreponerse a las adversidades de encajar un gol tempranero, de perder a una pieza importante por lesión como la de Llorente o a quien le gusta agarrarse a la reacción desde el banquillo o a la casta de los jugadores para igualar la contienda. Sin embargo, cada vez son más los que ven la botella blanquiazul medio vacía, los que piensan que el Málaga volvió a ser presa de un grave error defensivo, que empató con otro golpe de fortuna, que concedió demasiado en la primera mitad y que sigue sin jugar a nada o sin tener un plan claro de juego. Hay quien piensa que rescatar un punto contra un recién ascendido tiene más sabor a derrota que a triunfo. Pero sobre todo por cómo se dio.

Las lecturas, tras ocho jornadas de Liga y después de consumir Juande los primeros cien días de rigor al frente de la plantilla, dejan un poso de insatisfacción innegable. Y en Mendizorroza, lejos de espantar fantasmas, se consumió otra mueca de la Liga mostrando las mismas dudas que antes de la heroicidad de Duda con el Athletic o del chispazo de En-Nesyri contra el Eibar. Ahora hay que sumar el zapatazo de Rosales a la lista de arreones para rescatar un punto cuando la lógica ya decía que los puntos volaban.

Es cierto que Juande no lo tenía fácil esta jornada. De la revolución en el once a los experimentos sólo hay una fina y delgada línea. Y lo que puso en práctica el técnico sobre el verde de Vitoria tenía más pinta de novedad que de movimiento de piezas orquestado. Porque el míster esta jornada tenía coartada. Tenía a seis de sus jugadores teóricamente titulares en casa con la cruz de lesionados sobre sus cabezas. Tenía a los cuatro sudamericanos recién aterrizados de recorrer medio mundo. Y también a un puñado de «niños» en la expedición a los que cargarles el marrón. Todos y cada uno de esos inconvenientes -posiblemente hubo más- propiciaron un once atípico y hasta casi inexplicable con cuatro laterales sobre el césped, un debutante y un «indultado». ¿Fue esa la razón para que entre Llorente y Kameni fallaran estrepitosamente a los nueve minutos de juego y el Málaga encajase el primer gol? A buen seguro que no, pero sí el motivo de regalar los primeros 45 minutos de juego, el causante de ser un equipo plano y previsible, y de volver a regalar y conceder muchísimo a sus rivales.

Es el Málaga un equipo que vive en un mar de dudas. Desde su entrenador hasta algunos de sus jugadores, ya sean los que han llegado este verano hasta los que continúan del curso pasado. Y eso se hace notar desde el primer minuto de juego. No ha podido Juande aprovechar estas dos semanas sin fútbol para avanzar en su metodología de juego entre una cosa y otra. Porque estamos seguros de que la hay y que tarde o temprano se hará notar.

La excusa del delantero goleador o rematador ya no tiene sentido en este Málaga. No al menos cuando no es capaz de llevar con criterio y facilidad el balón al área rival. Pero quizás lo mejor sea empezar la casa por los cimientos. Kameni falló lo que luego salvó. Puede que sea lo comido por lo servido, pero otro error y otra vez a remolque.

Deyverson ganó primero el salto a Llorente y luego a Kameni, que midió mal la salida. Era una acción aislada en el minuto 9 sin aparente peligro, pero suficiente para mandar todo ¿el plan? por los aires.

Para entonces, jugar con Juankar y Rosales de extremo ya no tenía sentido. Y sólo la lesión de Llorente minutos después (20´) obligó a mover ficha al técnico. Metió a Juanpi -debería haber sido titular- y con su entrada movió a casi todo el equipo -Miguel Torres de lateral a central, Rosales de extremo a lateral, Pablo de mediocentro al extremo-. La cuestión es que el Málaga volvió a empezar y a recomponerse sobre la marcha. Pero seguía sin encontrarle el pulso a su juego. Incluso Kameni tuvo que intervenir en dos ocasiones con claridad para evitar un desenlace anticipado. No fue hasta el final, el dos jugadas a balón parado, hasta que el Málaga llevó peligro con Rosales y Chory.

Al descanso, el Málaga estaba a años luz futbolísticamente del Alavés, pero a sólo un gol del empate. Quizás ese detalle nada despreciable también jugó para unos y para otros. Juande dio salida a En-Nesyri desde la vuelta de vestuarios y recuperó a un hombre de referencia, lo que facilitaba las transiciones. Aún así, los locales casi marcan en el arranque con Theo y Laguardia en una doble ocasión inicial.

Fue la última noticia del Alavés en ataque, porque después el Málaga comenzó a estirarse, como ya ha hecho otras tantas veces en este inicio liguero. Sandro puso a prueba a Pacheco con un tiro raso, En-Nesyri comenzó a incordiar y Rosales provocó un penalti por manos en el 63 que no quiso ver el árbitro.

Rosales, en el 86´, le pegó con el alma desde 20 metros y marcó un golazo por la escuadra. Nada mal para ser su primer tanto con el Málaga y tampoco para volver a sacar al conjunto blanquiazul del sonrojo. Y con la de ayer ya son demasiadas las veces que regatea al destino que ya parecía escrito.

Theo vio la roja por una expulsión clara (90´), pero Juanpi también se fue a la caseta (94´) antes de tiempo por una niñería que le costó caro. Fueron los últimos coletazos de un partido intenso y casi igualado.