La sorprendente -aunque alguno diga que él ya lo sabía- dimisión de Juande Ramos como entrenador del Málaga CF ha sacado a flote (otra vez) el desgobierno de un club en el que los comunicados se hacen vía Twitter desde Catar mientras en Málaga nadie sabe nada o dice no saberlo. Si es lo primero, malo. Y si es lo segundo, peor, por mentirosos.

Mucho se ha hablado y se ha escrito sobre este tema desde las 18.30 horas del jueves, cuando el jeque soltó el bombazo «tuiterinformativo». Visto, oído y analizado todo, creo que echarle la culpa de la marcha del míster a que el jeque no está implicado, a que los jugadores más veteranos no lo quieren en el vestuario, a que Kameni pasa de él, a la mala planificación de Arnau o a que la afición le pitó contra el Córdoba es lícito, pero no del todo justo... desde mi humilde opinión.

Juande se va porque le da la gana. En junio sabía a dónde venía y quién era el presidente, quién era el director deportivo y qué tres jugadores son los «capos» del vestuario. Nada ha cambiado desde entonces para que él ahora vea fantasmas y pida la baja definitiva. Si acaso puede estar enfadado por esa obsesión enfermiza por fichar un delantero que es verdad que Arnau y el jeque no cumplieron el 31 de agosto, pero que visto lo que está haciendo Sandro tampoco parece que sea el principal problema de Juande y de la actual plantilla.

El míster lo que demuestra con su «espantá» es tener muy poca paciencia y cierta falta de profesionalidad, dejando tirado al Málaga en pleno diciembre, seis meses después de firmar por tres temporadas. Él se va, pero deja aquí un problema. Y bien gordo. Si cada entrenador que tiene «enganchadas» con directivos, jugadores, aficionados o hasta medios de comunicación se quitara del medio, no habría técnicos en el mundo para tantos banquillos vacantes.

Además, en el caso de Juande su modus operandi es repetitivo. Se fue mal del Sevilla y se fue mal del Espanyol, además de su salida por la puerta de atrás del Tottenham. Demasiadas huidas hacia delante como para pensar que él sea siempre víctima y no parte ejecutora de los hechos.

No voy a obviar que el jeque tiene su cuota de culpa en lo que ocurre en el club. Sobre todo por cómo dirige la entidad a golpe de click, dejando con el culo al aire a los que están aquí trabajando en el día a día sin saber muy bien qué es lo que pasa casi nunca. Tampoco voy a aplaudir a esa parte de la afición que se dedicó el martes todo el partido a «matar» a su portero con gritos despectivos y pitidos que no conducen a nada. Ahí tiene razón Juande, en lo de Boyko y hasta en lo suyo. O sea, que nadie se quiera ir de rositas en este esperpéntico final de año porque entre todos la mataron y ella sola se murió.

De todas formas tenemos que estar tranquilos. Dos veinteañeros llegaron ayer de Catar para ponerse al frente del gabinete de crisis. ¡Estamos salvados!