­Si hiciera falta buscar un ejemplo icónico, que sirviera a la perfección para describir la esencia de una ciudad como Marbella, tan dada a moverse entre contrastes, serviría con poner de relieve un conflicto entre un restaurante con proyección internacional, acostumbrado a relamerse entre los sabrosos caldos del éxito, y una hermandad rociera de abolengo tradicional. Es lo que está sucediendo ahora mismo en el casco histórico del municipio, donde el reconocido y condecorado restaurante Skina está chocando de frente contra la Hermandad del Rocío de Marbella y su manifiesta afición por el cante, las palmas y el jaleo hasta altas horas de la madrugada. Todo ello, al margen de la ordenanza municipal y con el agravante de perjudicar a los clientes del restaurante que se ven afectados por las molestias que genera el excesivo ruido que emana de la casa de la hermandad y sus inmediaciones.

Eso es, al menos, lo que se deduce del informe que ha acompañado la denuncia interpuesta al Ayuntamiento de Marbella por parte del propietario de Skina, Marcos Granda, que está viendo como la pasión desenfrenada con la que se recibe en la casa de la hermandad cada fin de semana, está empezando a ser un serio problema para un negocio que se nutre de una clientela sensible que viene buscando el delicado ensamblaje de una cocina de autor. «Ruidos, molestias, ocupación indebida de la vía pública, venta de alcohol sin licencia», son algunos de los puntos que se recogen en la denuncia que ha puesto Granda, y que espera que sirva para ponerle fin a una situación que considera insostenible. «Todos los viernes y cada último sábado del mes se produce la misma situación», describe Granda, que narra unas reuniones que comienzan, según el empresario, a las ocho de la tarde y que acaban a las altas horas de la madrugada, con la consecuente algarabía que conlleva el consumo de alcohol. «El problema no es nuevo, pero sí se ha agravado en los últimos meses», confiesa. «Hemos hablado con los responsables de la hermandad y le hemos expuesto sin que haya habido ningún cambio de actitud», sentencia quien asegura haber tratado de evitar llegar hasta este punto. «A mi mujer le han llegado a preguntar si es que ahora hacía falta llegar en traje y corbata a las reuniones que celebramos en la hermandad», se lamenta Granda sobre unas formas que, según el propietario del restaurante, no representan más que el fiel reflejo de esa manera tan característica de actuar sin respeto que tanto se cultivó en los años del gilismo.

Una larga lista de infracciones. El informe que acompaña la denuncia se convierte en una larga lista de infracciones, que detalla con fotografías y grabaciones estas reuniones en la casa de hermandad que, a su vez, también sirve como restaurante improvisado para servir comida y bebida a precios muy reducidos. En las imágenes que respaldan el dossier, se puede observar la presencia de mesas y sillas en la calle y de numerosas personas que aparecen comiendo y bebiendo. Muchas de ellas, según reza el informe, sin aparente vinculación alguna como respectivos socios o socias de la hermandad.

Al tratarse de una asociación que cumple una función social, el local no requiere de ninguna licencia específica para servir comidas o bebidas. Sin embargo, no puede ejercer la actividad gastronómica de cara al público a cambio de una retribución económica. En el informe, sin embargo, se adjunta también una carta que ofrece un amplio abanico variedades, que va desde el habitual montadito hasta el combinado y los refrescos. Además, en una medición de ruidos realizada por una empresa especializada se constata, que debido a la fiesta que se organiza en la hermandad, «hay un elevado nivel de ruidos que sobrepasa los límites legalmente establecidos». Teniendo en cuenta la situación geográfica de ambos establecimientos, el restaurante y la hermandad se sitúan ambos en un palmo. Si las estrechas calles del casco histórico ejercen como cajas de resonancia, Granda lamenta que cada vez sean más los clientes que se quejan por el exceso de ruido.

En ese sentido, ante unos políticos tan acostumbrados a pasear por bandera la gastronomía local y sus tres estrellas Michelin -Skina luce una de ellas- el propietario le pide al Ayuntamiento de Marbella que «tome las medidas necesarias para revertir esta situación».

En ese sentido, según confirmó ayer a este periódico el concejal de Vía Pública del consistorio marbellí, Javier Porcuna, la denuncia efectuada por Skina ya estaría siguiendo los cauces administrativos establecidos. «Después de recibir los informes aportados, se llevó a cabo una inspección por parte de los técnicos del Ayuntamiento para corroborar lo expuesto en la denuncia. Una vez estudiado el caso ya se instó a la hermandad a cesar con determinadas actividades», explicó Porcuna. De momento, esto hace indicar, que el Ayuntamiento confirma que la hermandad comete infracciones. Queda por ver cómo se resuelve este desencuentro.