Una 20 horas ha tardado Antonia Ortuño en contemplar cada página de su Quijote en dos tomos, encuadernados con preciosas tapas también bordadas por ella. Una obra de arte de unas 200 páginas en la que el Caballero de la Triste Figura campea por un fascinante mar de hilos de colores en el que conviven dibujos llenos de acción y la letra bordada de la propia artista, nacida en Alhaurín el Grande.

Hasta mediados de mayo puede verse esta creación de «pintura a la aguja» en la biblioteca José Moreno Villa de Churriana (calle Maestro Vert, 21).

«En total son unas cien páginas por cada tomo, he tardado dos años en hacerlo. En aquel tiempo tenía una pequeña mercería y la familia, así que tenía que compaginar y buscar las horas», recuerda Antonia, que concluyó su labor en 2007.

Todo su trabajo lo ha hecho con una vieja máquina de coser Alfa, a pedales, de su madre, con la que ha realizado esta inmersión en Cervantes. En cuanto al método, es el tradicional, cuenta: «Primero va un patrón de papel, voy montando lo que quiero bordar y luego lo traslado a la tela, donde ya lo dibujo, le pongo el color y escribo las letras con mi letra».

Antonia Ortuño detalla que en primer lugar, tuvo la idea de bordar El Quijote, con una edición de Martín de Riquer y dibujos del recién desaparecido Mingote, pero como los dibujos le parecieron demasiado característicos del famoso dibujante, encontró un Quijote para niños, con ilustraciones de Ignacio Majoral Gamo, que fue el que finalmente tomó como modelo, aunque para la escritura ha resumido también del libro de Martín de Riquer.

Aunque mientras arrancaba con este ingenioso hidalgo y para ver cómo le saldría el trabajo y la encuadernación, la autora explica que también compaginó esta tarea con un fastuoso libro de recetas que también se expone en la biblioteca, así como con el cuento El patito feo, «que tiene seis páginas y se lo regalé a la infanta Leonor».

Una de las cosas que más llaman la atención de El Quijote en dos tomos, con telas lavables y páginas reforzadas con un pvc, es el manejo del color, pues los dibujos no se limitan a ofrecer colores planos sino que aparecen muchas tonalidades y reflejos. «Hay que hacer los dibujos en negro y luego darle el color igual que en una pintura», detalla.

La misma paciencia pone a la hora de escribir bordando su propia letra. Y es que la obra más famosa de Cervantes tiene un significado muy especial para Antonia Ortuño, llena de resonancias personales. «Cuando empecé a leer El Quijote dio la casualidad que mi padre, Juan Ortuño, se puso con alzheimer y a la vez que iba leyendo, resumiendo y bordando, me iba dando cuenta de las coincidencias entre el libro y mi padre. Si veía la primera salida de don Quijote, él cogía su caballo y mi padre la moto y echábamos mano de mis hermanos para buscarlo».

La bordadora cuenta que, a los pocos días de concluir el libro, falleció su padre. Por eso, cuando expone su obra, que ha recorrido varias ciudades de España y la Costa, siempre lo hace «para recaudar fondos para una buena causa» y en muchas ocasiones para asociaciones de enfermos y familiares de alzheimer.

Antonia Ortuño ya ha preparado una nueva obra: los cuentos ilustrados de Jorge Bucay.

En la exposición de Churriana puede verse también una tarjeta de felicitación de Antonio Gala, vecino de la madre de la bordadora, que pudo ver la obra con calma en su casa de Alhaurín. Sus palabras son un pequeño premio para la labor de esta bordadora malagueña: «Su labor, su entrega, su paciencia, su buen gusto, su gracia, su resultado, querida amiga, son admirables (...) he pasado ante este Quijote una tarde admirable».