«Tratamos de salvar todo lo posible, pero era imposible luchar contra el aire caliente, aun antes de que llegaran las llamas. Tenemos suerte de estar vivos». Son las palabras de Nikolett Pusztai y Henry, su marido, una de las tantas parejas afectadas por el incendio, el pasado domingo 9 de agosto, en el camping de la localidad de Mollina.

El siniestro calcinó por completo un total de 40 casas prefabricadas del tipo mobil home y provocó desperfectos en otras tres. Casi 80 personas, en su mayoría de origen británico, perdieron su hogar y todas sus pertenencias a causa del incendio. Además dos personas resultaron heridas con quemaduras de primer grado. Nikolett fue una de ellas. Una semana después de la tragedia, tanto ella como su marido siguen «con el miedo en el cuerpo».

«Ya estamos un poco mejor, y mis quemaduras van sanando, pero aún lamentamos mucho todo lo que hemos perdido, ha sido un golpe muy duro para todos los que estábamos allí alojados», confiesa. Nikolett sufrió quemaduras en ambos brazos al intentar rescatar del fuego un oso de peluche y una caja en la que guardaba las cartas de su familia. «Pensé que podría salvar más cosas, pero me quemé solo con el calor y el aire caliente que desprendía el fuego, eso no lo esperaba», comenta aún con gesto de sorpresa. «Quise coger algunas cosas que son muy importantes para mí, como algunas fotografías, el osito de peluche que me regalaron hace un año mis padres y una caja con las cartas de mi familia, casi 23 años de cartas», comenta.

«Aquí estamos muy bien, muchísima gente nos ha ayudado desde que llegamos. Nos han traído comida, ropa, productos de higiene e incluso nos han ofrecido casas para dormir», explica. «A día de hoy no necesitamos más ayuda, estamos muy bien, lo único que podemos hacer es agradecer un millón de veces por la ayuda que nos han dado tanto desde el pueblo de Mollina como de otros pueblos cercanos».

Según explica Henry, su marido, aún deben esperar a que concluya la investigación, por parte de la Guardia Civil y los Bomberos, para determinar el origen y las circunstancias en las que se produjo el incendio para que las compañías de seguros actúen y se hagan cargo de las pérdidas. «Por desgracia no todos tenían seguro, e incluso a algunos ese seguro no nos va a servir de nada», lamenta Gary Lamont, amigo de la pareja que también residía en el camping. «He perdido mi casa y mi coche por el fuego, y el seguro no se hace responsable de ello, me dicen que solo me cubría en caso de accidente en carretera, y de la casa tampoco se quieren hacer cargo, lo he perdido todo».

Una semana después, la pareja logra describir con todos los detalles «la desgarradora experiencia de haberlo perdido todo en cuestión de minutos y la impotencia en el momento por no poder actuar». «Intentamos salvar lo máximo posible, pero era muy difícil a causa del aire caliente. Hoy damos gracias por la increíble suerte de seguir vivos y a salvo», añade Henry. «La gente de Mollina nos ha tratado fenomenal, amamos este pueblo y jamás nos iremos de aquí».

Según han notificado, una vecina del pueblo de Humilladero ofreció una casa totalmente gratuita a Gary, «pero no quiero abandonar el pueblo de Mollina, siento este lugar como mi hogar, su gente y la gente de toda España es maravillosa», confiesa.

Entre los afectados por la tragedia hay quienes afrontan la pérdida de forma muy diferente, algunos vuelven a Gran Bretaña, otros buscan un alquiler en pueblos cercanos, y hay quien espera a poder reconstruir su hogar en el mismo lugar donde lo perdieron.

Nikolett tiene claro que ese es «su hogar», en el que volverá a empezar de cero en una casa nueva, «manteniendo lo más importante de la anterior». Y es que seguro que en más de una ocasión todos nos hemos planteado el ejercicio de imaginación de decidir qué salvaríamos en el caso de perder nuestro hogar. En frío, las respuesta más frecuente podría ser: salvar los documentos importantes, el dinero o los efectos de mayor valor. Sin embargo, Nikolett es la prueba de que ante el momento de desesperación por perderlo todo, damos importancia a objetos más personales, a aquello que nos define y nos recuerda quiénes somos, a los recuerdos y la familia. Pues ¿qué valor pueden tener un puñado de joyas si las comparamos con la primera carta recibida de tu familia -hace más de dos décadas- tras comenzar una nueva vida en otro país?