En una fecha como la de hoy, aniversario revolucionario afrancesado, los malagueños, todo el país, estamos aún disfrutando de la revolución que la selección española ha conseguido desarrollar en el ánimo de los ciudadanos tras conquistar el Campeonato del Mundo de Fútbol. Mi querido y añorado amigo Adolfo Navarrete, cuando en nuestras interminables tertulias analizábamos los entresijos y avatares de la sociedad malagueña, siempre concluía sentenciando «en los próximos mundiales todo cambiará a mejor, ganaremos».

Pues sí, entrañable compañero, tu presagio se ha hecho realidad. Málaga ganó, España ganó y todos, aunque sea durante unos días, hemos triunfado al recuperar la ilusión que se ha instalado entre nosotros gracias al rito futbolístico que nos ha deparado el conjunto español.

El pensador francés Émile Durkheim, considerado el creador de la Sociología moderna, estimó que llegaría un día en que las sociedades habrían de volver a conocer «horas de efervescencia creadora», en cuyo curso surgirían nuevas ideas que nos servirían de guía a la Humanidad. Para este filósofo, historiador y sociólogo, los ritos –incluyo el futbolístico– son manifestaciones que suponen una ruptura con la vida cotidiana, que refuerzan sentimientos de pertenencia colectiva. Todo esto ha acontecido en esta ciudad gracias a esta ceremonia que ha protagonizado el equipo español de fútbol.

Mi deseo es que esta sensación de ilusión y éxito que nos ha contagiado este grupo de deportistas, que ha sabido trabajar en equipo, se impregne entre todos los responsables de Málaga Ciudad Cultural 2016. Por favor, ajusten las horas de efervescencia creadora para que este proyecto europeo llegue a la «final» esperada.