Cambio, pero silencioso. Sin dar pistas ni a dirigentes, ni a militantes, ni a periodistas, ni curiosos, que también los hubo. El PP volvió ayer a casa con la sensación de haber cumplido su misión con la convención de Málaga: enfervorecer a las masas, hacer una demostración de poder y fuerza y crear un ambiente de victoria cierta. Mucho ruido y pocas nueces, aunque sí pistas de unos tiempos que se vislumbran muy complicados y para los que no bastarán la concordia y el diálogo en los que tanto insistió ayer Rajoy. La cita malagueña se ideó a lo grande y la apuesta salió bien. No ha faltado nadie e incluso se vieron sobrepasados el primer día con la intervención de Aznar que sigue teniendo gran tirón (un arma de doble filo esa para el candidato) pese a que su acento va adquiriendo cada día más tono texano, será la cosa de dar clases en universidades americanas… En el PP malagueño andaban estresados pero exultantes y más aún su presidente, Elías Bendodo, que gana enteros en la estructura popular, se ha llevado alabanzas de todos los dirigentes por sus resultados electorales y está llamado a cometidos más altos, aunque él siga insistiendo en que la Diputación es su prioridad.

Ha sido ésta una convención muy a la americana, muy showtime, con un Palacio de Ferias bien organizado, donde los espacios estaban distribuidos milimétricamente para contentar a todos, incluso a los 700 periodistas acreditados. Y con mensajes bien estudiados, no por ello redundantes y desdibujados, aunque algo se sacó en claro: las reformas van a ser contundentes y nadie se va a librar de ellas. Ni los ciudadanos ni las administraciones. En estos tres días ha habido mucho pasilleo, mucho dirigente local ansioso por chupar cámara y acercarse un poquito al líder, dimes y diretes sobre las listas y mucho tecnología punta. Dime qué iPhone llevas y te diré quién eres. Todos tuiteando, contando en tiempo real un encuentro por el que algunos han pasado como verdaderas estrellas del rock. Que se lo digan a Esperanza Aguirre, que no paró de firmar autógrafos y posar en fotos. O a Javier Arenas, jaleado como futuro presidente de la Junta por todos y cada uno de sus compañeros y que ayer le recordaba a Rajoy que estaban rodeados de presidentes, pero que ellos dos aún estaban en lista de espera.

En lista, no de espera, se ha situado ya el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, que en estos días ha sido protagonista doble: por su condición de anfitrión (¿le habrá hablado a Rajoy del Campamento Benítez?) y por su candidatura al Senado. Ayer, el regidor no tuvo problemas en hablar de ello. Se le veía contento y con ganas de explicarse, sobre todo al plantear que su presencia en Madrid está justificada por una de sus grandes obsesiones: las competencias municipales y la segunda descentralización. También está más que justificado su puesto, aunque eso el regidor no lo reconoce, después de que tuviera que quedarse a un lado para dejar pasar a Zoido a la presidencia de la FEMP, un cargo que De la Torre hubiera recibido con gusto y que hubiera desempeñado brillantemente, pero que quedó en nada por lo que muchos interpretaron como un desplante de Arenas. Málaga es un granero de votos del PP, el alcalde certificó el 22-M una victoria más que holgada y se merecía algún reconocimiento. Un reconocimiento, el del Senado, en el que algunos ya se empeñan en ver una transición para abandonar la alcaldía no demasiado tarde. Aunque lo tendrán complicado si es que quieren convencerlo de eso. Ayer mismo decía que hasta que la salud le aguante no tiene previsto dejar de dar guerra.