Las metáforas las carga el diablo. Thomas Hobbes lo sabía bien, por eso nos advertía contra las metáforas, eso sí, usando él mismo espléndidas metáforas. Por ejemplo, comparaba las metáforas con el lazo que atrapa a un pájaro: cuánto más se trata de liberar el pájaro, más prisionero se ve del lazo; cuánto más tira para escaparse, con más fuerza se ve retenido en su trampa. Algo así nos pasa con el lenguaje venía a decir el autor de Leviatan, usamos metáforas con la esperanza de que mejoren la formulación de nuestras ideas y lo que hacen es oscurecerlas.

Las metáforas espaciales son muy socorridas en política. En los vibrantes discursos de las campañas, en las tribunas de las cámaras representativas, en las reuniones partidarias, solemos hablar del futuro esperanzador que tenemos delante de nuestros ojos. Sin embargo, y por desgracia, lo que pueden ver nuestros ojos humanos es el pasado. El futuro, a lo sumo, lo adivinamos; viendo algunas previsiones de los centros de prospección económica uno no sale mucho más convencido de nuestra humana capacidad de saber lo que va a ocurrir que cuando, al zapear en la televisión, aparece uno de esos canales a los que la gente llama para que una echadora de cartas le adivine el futuro. En realidad avanzamos de espaldas al futuro, como muy bien contó Walter Benjamin. Si le diéramos la vuelta a la metáfora del futuro como horizonte que se encuentra ante nosotros y lo situáramos a nuestra espalda, a lo mejor pondríamos más interés en prevenir lo que no podemos prever, como dice Daniel Innerarity.

Otra metáfora espacial que tiende a confundirnos bastante es la metáfora de izquierda derecha. Es verdad que desde hace mucho tiempo hay quienes vienen profetizando el final de las ideologías. Ya no hay ni izquierda ni derecha, dicen algunos. Sobre todo algunos de derechas. Sin embargo, cuando en las encuestas se les pide a los entrevistados que se sitúen en una escala de izquierda a derecha, ocho de cada diez son capaces de encontrar su lugar en esa escala. La media de los españoles se sitúa en el 4,8 en una escala del 1 (extrema izquierda) al 10 (extrema derecha). Los votantes del PP se sitúan dos puntos a la derecha de la media, los del PSOE se sitúan un punto a la izquierda de la media, y los de IU un punto a la izquierda de los votantes socialistas. Desde esa metáfora espacial con la que tratamos de describir las posiciones políticas en una recta, los de IU estarían más lejos del PP que los del PSOE.

Siempre he tenido la sospecha de que esta metáfora espacial de izquierda y derecha tiene algunos problemas a la hora de describir la realidad, en particular la realidad política de Mollina en los últimos días. Este fin de semana PP e IU han presentado una moción de censura contra Eugenio Sevillano, el alcalde socialista que ganó las elecciones hace seis meses. En Mollina, como en Extremadura, IU está más cerca del PP que del PSOE. Eso, que es difícil comprender si usamos la recta como metáfora del campo político, se comprendería mejor si utilizáramos el plano. Es posible que en un eje del plano algunos partidos estén muy cerca, y en otro eje estén muy lejos.

Cuando veo a IU tan cerca del PP, como los hemos visto este fin de semana en Mollina, me pregunto, si no es en el eje izquierda y derecha, ¿en qué otro eje están tan cerca ambos partidos? ¿Qué es lo que acerca al PP y a IU hasta unirlos en una moción de censura a un ayuntamiento que apenas lleva unos meses en marcha? Desde luego no puede ser el del respeto a la elección popular, porque Eugenio Sevillano, encabezando la candidatura del PSOE, fue el que tuvo más votos ciudadanos. Es posible que algunos dirigentes de IU la hayan convertido al fin en la izquierda útil, en Mollina y en Extremadura, útil a la derecha concretamente. Ahora se comprende que los dirigentes de IU no sean capaces de distinguir a los socialistas de la derecha, es que tampoco son capaces de distinguirse a sí mismos de la derecha.