El pasado domingo día 12 fallecía José Emilio Carleton Abrines, Pepe Carleton, en su domicilio de Marbella, en la céntrica Avenida de Ricardo Soriano, principal eje de la ciudad lineal que se configura de Este a Oeste en torno al trazado de la N-340 a su paso por el casco urbano. Los periodistas Héctor Barbotta en diario Sur, o Berta González de la Vega, en El Mundo, quien llegó a conocer bien a Pepe Carleton, con quien mantuvo numerosas conversaciones, se han hecho eco de su muerte, honrando así la memoria de uno de los personajes más singulares e interesantes de Marbella, testigo directo de la historia artística e intelectual más relevante del siglo XX.

No voy a contar en este breve artículo lo que ellos y sus amigos más recientes ya han contado del que fue llamado el rey de Tánger, del pintor, decorador, y esteta, del ácrata o del empresario; pretendo simplemente evocar su figura, su venerable figura de inconfundible estilo, para recordar a la ciudad en la que ha vivido hasta su muerte la deuda que tiene contraída con él, que mereció un homenaje en vida, y que no puede faltar ahora que él se ha ido. Es más que deseable que gobierno y oposición se pongan ahora de acuerdo para nombrarlo hijo adoptivo de la ciudad a título póstumo y darle el homenaje que se merece. Es éste el objetivo de estas líneas, mostrar mi adhesión y solidaridad con cualquier proyecto de reconocimiento hacia su persona. De origen inglés, y tangerino de nacimiento, fue Pepe Carleton un gran promotor de la vida social y cultural del Tánger internacional, donde entabló amistad con Jane y Paul Bowles, Truman Capote, William Burroughs, Tennessee Williams, o Gore Vidal; protagonista del Madrid de los 50, llegó a Marbella a finales de aquella década donde acabaría instalándose definitivamente.

Con él se han ido numerosos recuerdos de la época dorada del Tánger internacional, de su amistad con los grandes artistas e intelectuales de la época, y de los inicios de la Marbella que se iniciaba en los sesenta, y que contribuyó a impulsar. Los comienzos de una ciudad cosmopolita que era consecuencia de la decadencia del Tánger mítico, como él mismo afirmara. Tuve la suerte de conocer personalmente a Pepe Carleton en estos últimos años, y de visitarlo en su casa, gracias a nuestro común amigo Jorge Lemos, gran periodista e incansable promotor cultural y turístico de Marbella, pero desgraciadamente él ya había iniciado su retiro voluntario al interior de sí mismo, entre aquellas paredes de su casa atesorada de cuadros, muebles, fotografías, que proporcionaban una atmósfera vintage, en la que se apreciaba su oficio de decorador exquisito, pero sin ostentación. En aquel espacio vivido de su casa, que se abría a la avenida a través de una luminosa terraza donde solía tomar el sol, y sentirse en la calle que apenas pisaba, tuve la oportunidad de conversar con él. Fui, como escribe Berta González en su obituario, uno de los afortunados que han podido compartir sus historias, aunque en pocas pero largas conversaciones. Historias interminables producto de una extraordinaria memoria y de una locuacidad desbordante. Inicialmente me interesaba su vinculación con el Tánger internacional, y su amistad con los intelectuales y periodistas que allí vivieron o que por allí pasaron, cuya nómina fue extensa.

Me interesaba igualmente la biografía de Trinidad Abrines, su tío abuelo, quien fundara en Tánger el primer periódico de la ciudad. Sin embargo, poco a poco descubrí a un verdadero archivo viviente de la ciudad de Marbella, y a un hombre comprometido con la cultura y con el arte, alejado de toda veleidad y esnobismo. Mientras tuvo fuerzas acudió a las citas en las que se solicitaba su presencia y que él consideraba importantes, como al homenaje que el Instituto Municipal del Libro, que dirige Alfredo Taján, organizó en Málaga a Jane y Paul Bowles en 2010, donde puede encontrarme de nuevo con él, y donde conocí gracias a él a Javier Rioyo, otro de sus buenos amigos. Precisamente parte del fondo gráfico de la Exposición «El mundo de los Bowles» que se llevó a cabo en la Galería Alfredo Viñas fue cedida por el propio Carleton. Con él desaparece una persona ilustre de Marbella, memoria y nexo de dos ciudades del Estrecho de Gibraltar, Tánger y Marbella, que tuvieron tras la independencia de Marruecos una relación de continuidad en el ámbito social, cultural, e incluso periodístico. Historia que permanece aún en el recuerdo de muchos españoles que nacieron en la otra orilla.