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Artículos de broma

Javier Cuervo

Poesía de las despedidas

La despedida poética se da en la poesía. En la realidad rara vez se está a la altura de la poesía o de la despedida. O no se llega a la pista del aeropuerto a tiempo o no se tienen las palabras adecuadas para decirle a alguien que debe coger ese avión. Saber despedirse, comunicar una marcha o encontrar palabras que den sentido a la separación, es más de la escritura que de la realidad y mucho más de la reescritura de la realidad.

Una balada del mar salado, la historieta donde nació el marino Corto Maltés era un relato de aventuras, a ratos disparatado, hasta que los personajes empiezan a despedirse unos de otros en una marcha lenta, larga y bien musicalizada. Su autor, Hugo Pratt, errante, inconstante, un egoísta con fama de encantador, se había ido muchas veces. O sabía despedirse o había pensado muchas veces en cómo debería hacerlo la próxima vez.

En este tiempo abierto por la crisis, la mitad de los que desaparecen se van sin despedirse y la otra mitad, despedidos. Van 17 gobiernos: Islandia, Reino Unido, Irlanda, Finlandia (dos), Dinamarca, Portugal, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Bélgica, España, Grecia, Italia, Holanda, Rumania y Francia.

Lo que la economía financiera ha preparado para los políticos es un casting cruel en el que les hacen bailar cambiándoles continuamente el ritmo. Cuando ya han hecho el ridículo suficiente se ordena, con desprecio, que pase el siguiente.

Todo es gente que se va. Rodrigo Rato, presidente del Bankia, con prisa pero preparando el regreso. Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España, sin poder cumplir el último mes de mandato. La marcha de Carlos Dívar, presidente del Consejo General del Poder Judicial, es un destino al que, por primera vez, no llega con antelación.

No hay despedidas poéticas. Saber irse es la forma sublime de saber estar y se da muy poco.

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