La incertidumbre sobre la solicitud española de rescate se remite ahora al día 15 de este mes. Rajoy quiere agotar todas las posibilidades de evitarlo porque sería de facto el final de su mandato. El poder real de un país intervenido pasa a manos externas, mientras que el gobierno interior se queda en facilitar el cumplimiento de las órdenes que recibe, respetando los plazos que le fijan. En otras palabras, el fracaso de un gabinete, una mayoría parlamentaria y un partido que, aún acatando con grave deterioro todas y cada una de las consignas dictadas, no ha ganado confianza en su ejecución. La devaluación bursátil, el déficit, la prima de riesgo y el coste de la deuda no se mueven al ritmo pretendido con el acatamiento de aquellas consignas, por grande que sea el sacrificio social consumado o pendiente.

La ausencia de medidas de crecimiento compatibles con la política de déficit delata una cuota de miedo y otra de nula imaginación que, combinadas, conducen a la quiebra si no media el rescate. El precio de la deuda soberana ya es impagable desde hace muchas semanas. Hollande acaba de colocar en Francia, a título de globo-sonda, una emisión de obligaciones del Tesoro reembolsables a cincuenta años. Medio siglo para responder es algo fundamentalmente distinto del tope de diez años que referencia los bonos de España y de Italia. No se habían atrevido a tanto ni Alemania ni el Reino Unido, temerosa la primera de la desconfianza que genera a tan largo plazo su desplome demográfico, e inseguro el segundo de su dependencia de la volátil industria financiera.

Pues bien: la experiencia francesa ha sido un éxito pleno, con una demanda que duplicó de largo la oferta. Los expertos lo atribuyen el factor confianza a una cultura fiscal con muy baja evasión, que se permite reducir drásticamente y sin riesgo sus efectivos de inspección. No es el caso de España o Italia, donde la única recaudación sin fraude parece ser la de las nóminas y las pensiones contributivas. La pregunta es dónde está la imaginación italiana y española para hacer por sí mismas algo más de lo que les dictan.