Juan Ignacio Zoido cumplió ayer cien días al frente del Partido Popular andaluz. Mira tú, qué bien. Uno, que es incapaz de recordar el cumpleaños de bastantes allegados, sabe tal dato no por friqui-afición a la política, sino por leer la prensa, costumbre que además de proporcionar placer e información suministra alpiste para el columneo. Nadie así a bote pronto, con la excepción tal vez de los telefonistas de las sedes del PP, sabría decir cuándo llegó Zoido si no lo lee en una pieza así pequeñita del tamaño de una esquela. No podemos decir que parece que fue ayer ni tampoco que como espectador de la política nos parezca que fue hace un siglo. Lo que sí está claro es que pareciera que hace una eternidad que se fue Arenas.

Tiene el hombre esa capacidad para estar en dos sitios a la vez (Madrid y Andalucía) y parecer que no está. Ahora los medios catalanes dicen de él que Rajoy lo ha comisionado para que el PP se entienda con Mas y no sabemos si el de Olvera está a dieta de butifarra, se ha comprado una barretina para la intimidad y parla ya una mijita de catalá. En Galicia sí ha estado alguna vez, lo cual, conociéndolo, nos hace barruntar que algún tantillo aunque sea subliminalmente se querrá apuntar de tal victoria. Si no ha ido al País Vasco en toda la campaña definitivamente hay que tildarlo de monstruo de las estrategias. Siempre y en todos sitios le sale todo bien. Bueno, menos en Andalucía, claro. Zoido cumple cien días al frente de un partido fuerte e implantado que acaba de pasar un test crucial, el de Galicia, del que pueden sacar la enseñanza de que aún buena parte del electorado culpa al PSOE de la crisis. Eso y, paradójicamente, que conviene, como ha hecho Feijóo, desmarcarse de Rajoy, no enseñarlo mucho.

El principal peligro de Zoido es él mismo. Se le percibe con un casi único interés: Sevilla. Está aún por ver cómo reparte el juego de poder verdadero. Cómo se va conduciendo el proceso aún lejano pero no tanto de elección del candidato a la Junta. Si Zoido juega de verdad a no querer ser candidato va a disfrutar del poder en estado puro: darse el placer de elegir si designa sucesor o si echa a los delfines a pelear. Una vez escogida la opción queda contemplar el espectáculo y revalidar la absoluta en Sevilla. En el proceso, hasta los que los que le ponen apodos con mala baba tendrán que hacerle la pelota. Zoido ha optado por un apoyo sin fisuras, como él lo tilda, a las medidas de recortes y austeridad de Rajoy, «por una apuesta por el municipalismo» (hombre, sin gobernar la Junta no van a apostar por la petanca) y por dar el plácet a una cierta venate díscola. Ahí está la espantá de la FAMP. Ahora faltaría que también la abandonara el PSOE. Sería un paso. Para ir mandando a la mismísima a tanta patulea de chorradas caras e inservibles.