E­­­stamos mal. El clima de estabilidad política, institucional, económica y social se encuentra deteriorado en nuestro país. Nos encontramos ante problemas estructurales que hacen pasar cada día su particular «test de stress» a nuestro Estado democrático y de bienestar. Y la situación actual no es cosa de un día, llevamos muchos años rumiando esta situación actual, de estos polvos de años pasados, vienen estos lodos actuales. Resulta que en esta Málaga, provincia cosmopolita y termómetro de nuestra España, somos espectadores de primera mano de esta situación, frontera entre el paro desmesurado del sector de la construcción y el dinamismo propio de los emprendedores. Y así, entre mercados globales, paro, ajustes, déficit público, la Merkel y demás historias locales, podemos ser testigos desde nuestras playas de Pedregalejo, las aceras de nuestra Larios o el barrio de La Luz, como esas magnitudes económicas inciden directamente sobre nuestro día a día.

El reciente 14-N hace que se caldeen aún más los ánimos en este país cainita, de tan villa arriba y villa abajo, donde sorprende para muchos las posiciones bipolares del día después de la huelga, encontrándonos versiones completamente diferentes de los hechos. Ante lo cual muchos nos preguntemos si existe algún margen a la objetividad y la concordia ¿No es curioso ver como dos personas al describir por separado una discusión entre ellas, las dos parecen haber ganado en la misma? Pues eso es lo que nos encontramos a grandes rasgos en este país con el tema de la huelga del 14-N. Y en realidad lo que ocurre es mucho peor que eso. El Bipartidismo «institucional y político», queda miope, y casi podríamos decir que ciego ante la triste evidencia en la que nos encontramos, y sobre todo al negarnos a ver lo que nos pasa.

Y es que nos negamos a ver que la supremacía Occidental está de capa caída, y que actualmente Europa está en recesión frente a otros mercados globales y que nuestro país se encuentra en el vagón de cola de la competitividad por no solucionar de manera efectiva los problemas estructurales que la aquejaban desde hace muchos años.

Que el aumento de la brecha social es un fenómeno global sobre el que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ya nos avisó alarmadamente, dejando claro que la distancia entre ricos y pobres se encuentra en el nivel más alto de los últimos 30 años debido sobre todo a la cada vez mayor diferencia salarial. Y que no se trata siempre de una consecuencia de las crisis, en donde se agudiza aún mas, sino que las desigualdades también crecen en la bonanza debido a que desde hace muchos años las políticas «correctas y correctoras en materia económica», como son la fiscalidad, los impuestos y los servicios sociales han perdido poder de redistribución de riqueza entre sus ciudadanos, dañando especialmente a nuestra clase media que empieza a perder terreno laboral.

Que el FMI, Davos, el señor Soros (que algo sabrá) y los foros económicos que «capitalizan» el mundo se dejaba bien claro que en España el paro estructural conllevara graves desequilibrios sociales, a las claras huelgas a mansalva porque es lo normal en un país con un paro juvenil de un 52 por ciento, sector inmerso en falta de expectativas y de esperanza hacia el futuro.

No queremos ver que esta falta de expectativas y de futuro laboral siembra en muchos casos la simiente del fracaso escolar y el abandono temprano, teniendo una prolongación en el mundo universitario, con efectos devastadores sobre el sistema económico, al presentar uno de los porcentajes más elevados de adolescentes o jóvenes que ni estudia ni trabaja o se especializa, facilitando entre otras cosas la delincuencia.

Y es que tampoco parece que queremos ver que la inmensa mayoría de nuestros ciudadanos son demócratas convencidos,y que también en una proporción importante tienen mala opinión de algunos representantes de la clase política (en donde desgraciadamente también pagan justos por pecadores en no pocos casos) y del funcionamiento de la mayor parte de las instituciones, entre otras cosas, por permitir esa falta de competitividad, distribución de la riqueza y equidad que conlleva una mayor igualdad social.

Y ya que hablamos de igualdad social, tampoco parece que nos apetezca mucho ver como en este país no se dignifica, atiende, ni valora la posición del tejido productivo y empresarial, con tópicos y desconfianza ya anticuada de puro y chistera, sin darnos cuenta de que la empresa es la única que crea empleo y que de un lado mucha gente joven ya ha emprendido imbuidos en valores democráticos y dinámicos, siguiendo el ejemplo de muchas pymes y autónomos de este país que están sosteniendo día a día nuestro estado desde hace años con mucho esfuerzo, y cuyo sudor paga nuestras pensiones y el pago del subsidio de desempleo con sus costes sociales, su IRPF y sus impuestos. Y es que a pesar de ser la empresa la solución a esta crisis, con el trato que le damos (fiscalidad abusiva, burocracia intermitente, impuestos, morosidad pública, etc), no nos damos cuenta de que es muy difícil generar proyectos capaces de crear riqueza y empleo de modo estable y duradero, que es lo que siempre necesita un país.

No queremos ver la importancia y responsabilidad que implica el ejemplo en el manejo de los caudales públicos, donde no es admisible que los responsables políticos dejen a las corporaciones públicas endeudadas durante años o quizá décadas (escapando impunes muchos de ellos ante dichas actuaciones), y que al final somos todos (empresas y ciudadanos) a través de sus tributos, quienes tienen que soportar los desvaríos de quien no pensó adecuadamente cómo hacer las cosas. Y es que en ocasiones gracias a esto, tenemos una economía «gravada» en su futuro debido a las cifras del endeudamiento del Estado, en donde un gran porcentaje de su PIB queda para pagar su deuda, lastrando sus expectativas y esperanzas de futuro.

Y es que en nuestro código genético, hay que erradicar también por no querer verlo», eso de la picaresca, ese don que ha despertado más simpatía a los respectivos Lazarillos de Tormes que los ciegos oculares o de perspicacia. Y esta picaresca nos hace disfrutar de la wifi del vecino o de evadir impuestos y sentirnos como un héroe por no cumplir nuestras obligaciones cívicas, y para colmo jactarnos en reuniones de amigos, siendo interrogados para reproducir nuestro comportamiento.

Y estas son simplemente algunas de nuestras miopías más habituales en donde en ocasiones echaríamos de menos eso de «no mires la paja en el ojo ajeno y sí la viga en el tuyo». Quizás ese sería un magnífico punto de partida, en un necesario cambio que debería empezar seriamente en cada uno de nosotros, para a posteriori así exigir a los demás la misma actitud.

A tenor de todo esto «que no queremos ver», para cualquier persona sensata, responsable y bienintencionada un cambio radical de 180 grados sería lo más deseado y necesario. Y ante esta situación como no nos podemos preguntar, que sea lo más normal del mundo (como hizo el FMI) que se den huelgas, en donde muchos de los manifestantes sean descontentos, desempleados o trabajadores que ven mermados sus derechos los que allí acuden. Y lo más deseable sería que todos juntos, empresarios, trabajadores, responsables de la administración de aquella o de ésta nos pudiésemos de acuerdo. Esto sería lo más deseable en un entorno serio y cívico, pero quizás si esto se diese, posiblemente no habría motivos, ni estadísticas, ni problemas tan graves para la disensión, el malestar y la división. Y si quizás fuésemos capaces de ver y de comprender, nos haríamos mucho mas caso y nos comprenderíamos mucho mejor todos, pero estamos en España, en el «ande yo caliente ríase la gente». Quizás sea esto lo que haya que cambiar, ese egocentrismo que arruina personas, instituciones y gobiernos. Si miramos cada uno exclusivamente lo nuestro, al final posiblemente no miremos lo de todos.

Pero, claro, esto es motivo de otra tribuna, el de las oportunidades... al final la situación es la que es. Las estadísticas también, y como a muchos nos interesa la verdad, no los «hechos», y somos lo bastante «viejos» como para saber cuál es la diferencia, solemos tener como decía Orwell, «cuidado con nuestros detalles erróneos y con la inevitable distorsión que nace del hecho de estar presenciando los acontecimientos».

Javier Noriega es Presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios (AJE) de Málaga