Hace frío. Los malagueños compran, para las fiestas que se acercan, mucho menos que el año pasado, y no sólo porque estamos en crisis, si no porque los buenos consejeros se pasan el día recordándonos que si hoy estamos mal, mañana estaremos peor. Pero yo, que soy optimista por convicción, le digo al que me lo dice: Que no me quiero enterar, no me lo cuentes, vecina. Sí, porque no hay nada peor que contemplar cómo se nos derrumban las torres que construimos con tanto esfuerzo y no menos ilusión y si al otro lado del mundo empieza a notarse la remontada pronto agitaremos las alas nosotros.

Lo ha dicho María chaquetas y esa teutona es muy seria. Entonces, hambre que espera hartura, no es hambre. ¿O sí?

En estos días debemos tener en mente a los vecinos que duermen en los soportales de las tiendas de chinos que nos rodean, sin hacernos la pregunta «¿cómo han llegado estas criaturas hasta ahí?», entre otras cosas porque eso no les soluciona la vida ni, con ello, le quitaremos el frío.

Hubo Uno que nació en un portalito y recordemos hasta donde llegó. Nunca se puede dudar de la capacidad humana para remontar obstáculos aparentemente insalvables. Además, ¿os acordáis cuando nos daban unas huchas con caritas de chinitos para que nuestros conocidos nos echaran unas pesetillas, pocas, para alimentar a los infieles de Oriente? Bueno, creo que pronto serán ellos los que hagan las cuestaciones y nosotros los beneficiados. Cosas de la vida.

Mañana se celebra la Inmaculada Concepción. Cuando yo era pequeña, mandaba la tradición, estrenar alguna prenda. Y es que nuestras madres eran muy primorosas.