«Hace algunos años, no importa cuántos exactamente, con poco o ningún dinero en mi billetera y nada de particular que me interesara en tierra, pensé en darme a la mar y ver la parte líquida del mundo». Aquí, con los pies en la tierra malacitana, los reproches habituales y más madera quemada es lo que ha dado de sí el último pleno antes de Navidad del ayuntamiento malagueño. Aunque habrá otro el 27 de diciembre, así que un día más tarde y sería como una inocentada a la japonesa (se tiene la creencia de que en Japón se hace huelga trabajando el doble, aunque lo que hacen los trabajadores nipones es ir al puesto de trabajo sin atender sus responsabilidades, lo que imposibilita la producción)?.

Casi 9.000 más

El discurso del alcalde, algo más de una docena de folios en una hora, no dio esta vez demasiado lugar a la broma anual del número de farolas y los metros cuadrados de acera que suelen definir la meticulosa personalidad del regidor malagueño en la acumulación de datos, por pequeños que sean.

Pero este debate sobre el estado de la ciudad, y van nueve, repitió el rifirrafe que hace tiempo caracteriza la forma de hacer política, desgraciadamente consolidada durante los 34 años que hace que se ratificó en referéndum la Constitución, la misma que anteayer se conmemoraba y se ponía en solfa, las dos cosas a la vez.

De la Torre se empeñó a lo largo de su intervención en atacar a la Junta de Andalucía -ya no ataca al Gobierno central-, y los dos grupos de la oposición se empeñaron en insistir en la necesidad de que el Ayuntamiento también actúe en materia de empleo y políticas sociales, salvando a la Junta a pesar de que el impulso y la financiación de las políticas de empleo y bienestar social son deberes del gobierno autonómico, y de que Andalucía supera el 35% de paro (en Málaga la última subida del trimestre ha sido especialmente dolorosa, con 8.774 desempleados más).

Estado del debate

Lo que no quita que un ayuntamiento que ha manejado presupuestos de mil millones de euros, como el de Málaga, aunque ahora se haya recortado a menos de 700, no tenga capacidad para hacer cosas al respecto, y no sólo de gestionar las que le vengan dadas. Pero está claro que las filias y las fobias de partido son las que dirigen parte de los debates, aunque sean tan locales como el del estado de la ciudad.

De una ciudad que asiste cada vez más estupefacta, o no asiste, la verdad, a lo que se discute en el salón de plenos en cuyas paredes están representadas las virtudes de la elocuencia, el trabajo, la justicia, la independencia, el civismo, la honradez, el orden y la cultura. En demasiadas ocasiones algunas de ellas casi sólo se manifiestan en las paredes.

Uno no quiere apuntarse a estrategias políticas de nadie, como es la de abundar en lo insostenible de mantener 17 autonomías, pero es fácil pensar que si no hubiese gobiernos autónomos (sobre todo cuando coincide que son de distinto signo político que el de algunos ayuntamientos), los regidores no podrían utilizar ese enemigo cercano para no centrarse en errores o aciertos locales.

Lluvia de ayer

«Es mi manera de disipar la melancolía... Cada vez que la boca se me tuerce en una mueca amarga; cada vez que en mi alma se posa un noviembre -o un diciembre, que diríamos ayer- húmedo y lluvioso, comprendo que ha llegado la hora de darme a la mar lo antes posible. Esos viajes son, para mí, el sucedáneo de la pistola y la bala».

Cada vez que uno se entera de cosas como que a Díaz Ferrán le devolvió Hacienda más de 2.000 euros en la declaración del IRPF cuando ya tenía marrones judiciales encima, o que Caja Madrid le concedió un crédito de casi 27 millones con la garantía de unas empresas en quiebra y siendo el entonces presidente de los empresarios consejero de la entidad, le entran a uno ganas de hacerse a la mar.

Si este suma y sigue continúa, no será fácil que eso que llaman la gente de a pie no sólo responda al encuestador del CIS que sus políticos son un problema, sino que ni respondan. Cuánta vergüenza han callado y sólo la Justicia, con todos sus defectos y mal que nos pese, está sacando a la luz.

Moby Dick

Díaz Ferrán está en prisión bajo fianza de 30 millones de euros, probablemente menos de lo que evadió y robó a sus empleados. El último guantazo en la cara de una sociedad ordeñada sería que para librarse de la cárcel los pagase.

Cuánto dinero necesitaría la sanidad pública para que no se privatice su gestión en Madrid, porque quizá con eso baste o sobre. Y cuánta ineficiencia han demostrado los gestores públicos de la sanidad para facilitar argumentos a quienes están privatizando el estado del bienestar.

Y, de nuevo en clave malagueña, cuándo van a dejar de darle la matraca los policías locales al alcalde. La última ha sido en el del Día de la Constitución, cantándole los sueldazos de sus cargos de confianza. A mí tampoco me gustan. Pero, a ver, ¿no eran ya sueldos escandalosos cuando ningún policía local decía nada al respecto, o es que les han subido el sueldo ahora que a ellos se los han recortado?

«Catón se arrojó sobre su espada; yo, tranquilamente, tomo un barco» y sigo releyendo Moby Dick (novela de Melville a la que pertenecen los entrecomillados) para aprender a luchar contra los monstruos cotidianos? Porque hoy es sábado.