En la Facultad de Económicas nos enseñaron algunas ecuaciones sobre la economía de un país. Una de ellas nos decía que la Inversión es igual al Ahorro. Con aquella ecuación lo que se quería decir es que un país o una economía pueden invertir lo que ahorra. Si quiere invertir más, tiene que endeudarse. Y el exceso de endeudamiento puede convertirse en un desequilibrio que a medio y largo plazo habrá que corregir mediante el correspondiente ajuste, si las inversiones no son rentables.

Con esta idea en la cabeza, la imposición de la Unión Europea de aplicar una tasa a los ahorradores de Chipre suena a robo y a una clara amenaza sobre el futuro de este pequeño país del Mediterráneo. No deja de ser curioso que deban ser los ahorradores, es decir, quienes han sido responsables y han actuado adecuadamente, los que paguen con su dinero los desmanes de la banca y la codicia del sector financiero. Cuando todo el mundo sabe que el futuro depende del ahorro, de la misma manera que el presente depende del consumo, llegan los presuntos líderes europeos y deciden inventarse un tributo que es un tributo sobre la responsabilidad, sobre la rectitud y sobre el sentido común. Mal mensaje para quienes todavía creen en las instituciones y desean hacer las cosas correctamente.

Lo de Chipre va más allá de un artículo económico. El mensaje es muy sencillo, y ya lo estamos probando en España. La crisis la vamos a pagar los justos, y no los pecadores. Va a ser toda la sociedad, y sobre todo la parte más vulnerable de la sociedad, la que va a soportar los recortes sociales y las subidas de impuestos necesarias para que los que se hicieron multimillonarios duerman tranquilos. No se discuten los bonus que cobran los banqueros, ni los sueldos estratosféricos. Pero sí se discuten las ambulancias, las vacunas, el sueldo de los maestros o la jornada de los profesionales de la sanidad.

No es admisible. No puede ser que las élites económicas sigan viviendo como si nada hubiese pasado, como si no hubiesen sido ellos y su avaricia ilimitada los causantes de tanto dolor y tanto sufrimiento. Y no puede ser que se confisquen los ahorros de la población más razonable para mantener el statu quo de unas élites dirigentes -políticas, financieras, empresariales- que no sólo no han pedido perdón, es que ni tan sólo han hecho examen de conciencia (soul searching) con respecto al sumidero en el que nos han metido. No es justo, y lo saben y lo sabemos. Alguien, algún día, en algún lugar, dirá «basta ya». Y ese día nos llevaremos una sorpresa.