En cuestiones de dinero público las cosas acaban siendo lo que parecen. Cuando en 2008 Juan José Gümes, Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid sacó a concurso público la adjudicación del Servicio del Laboratorio Clínico de seis hospitales madrileños que atendían a 1,2 millones de ciudadanos, los malpensados advirtieron que era posible que se estuviera activando una secuencia perversa: Primero se centralizan los laboratorios de un sector sanitario en un hospital acondicionado para recibir un tráfico elevado de muestras, luego se adquiere una máquina, usualmente por “leasing”, que se ocupa de la analítica rutinaria con la consiguiente disminución de plantilla, se siguen las directrices de una empresa, generalmente extranjera, para la organización del servicio, se saca a concurso público la gestión del macrolaboratorio, se deja el cargo político desde el que se ha organizado el negocio y se ficha por la empresa adjudicataria para dirigir el cotarro. “Güemes abandonó el Ejecutivo de Esperanza Aguirre en marzo de 2010, año preelectoral, para dedicarse a la empresa privada. Fichó por la escuela de negocios Instituto de Empresa, donde preside el Centro Internacional de Gestión Emprendedora. El pasado junio la empresa suiza Unilabs, dedicada a los análisis clínicos, le nombró consejero”. “Güemes asesora en las operaciones pero no negocia ni utiliza su imagen ni su pasado como consejero de Sanidad”, aseguró un portavoz de Unilabs horas después de que la cadena Ser informara de que la empresa de la que es consejero Güemes “se queda con la gestión de los análisis clínicos que él mismo privatizó”.

Madrid no parece estar demasiado lejos de Málaga desde que nos une el AVE y desde que se repiten gestos ensayados en la corte. Hace años que los laboratorios de los dos distritos sanitarios malagueños ocupan amplias zonas de los hospitales Carlos Haya y Clínico. En ambos se han instalado máquinas automáticas a las que se les alimenta de peticiones analíticas con generosidad. En tiempos de restricciones este derroche parece que no tiene otro sentido que elevar el valor mercantil para una posible subasta. El laboratorio del Materno, que es donde se encuentra el robot principal, cuenta con un pipeteador automático que haría las delicias de un gestor que mirara por el negocio. Ahora se anuncia el propósito de unificar ambos laboratorios como les gusta a las empresas que explotan estos servicios para obtener beneficios. Habrá que estar atentos con las dimisiones, habidas o por haber, de gestores relacionados con el tema para ver si el ejemplo de Madrid se sigue al pie de la letra. En todo caso, como anunciaba garganta profunda, no hay más que seguirle la pista al dinero.

Pensando, por supuesto, en que estas maniobras son acciones honradas cargadas de buena fe, hay que hacer constar que la asistencia hospitalaria difiere sensiblemente de la ambulatoria y de la privada. En los hospitales se trabaja en equipo. Un equipo asistencial se compone de un grupo de profesionales de distintas especialidades que coordinan sus conocimientos en beneficio del diagnóstico y tratamiento de los pacientes. Si, además, se quiere contribuir al avance científico del país con actividad docente y de investigación, como creo que están obligados los dos hospitales malagueños de primer nivel, deberán contar con una infraestructura adecuada. En países medianamente ricos o simplemente pobres, como es España, las instalaciones hospitalarias tendrían que estar diseñadas para cubrir la asistencia, la docencia y la investigación, cosa que no ocurre con los costosos equipos analíticos adquiridos que, además de ser cerrados, son complejos, de mantenimiento caro y poco utilizables para otra cosa que no sea sacar resultados.

Lo peor no es que sean caros, lo malo de estos aparatos es que están cegando las salidas laborales de los profesionales. El cambiar puestos de trabajo de especialistas competentes, en sectores sensibles, por máquinas no ayuda a la recuperación económica. Los médicos formados en el programa MIR pueden aportar muchas más ideas e iniciativas para el progreso del país que las cadenas automáticas que consumen presupuesto a la misma velocidad que eliminan puestos de trabajo. Pero lo que merece reflexión aparte, en la que deberían participar los responsables sanitarios y los políticos, es si la investigación clínica debe ser favorecida o penalizada, si es más rentable que el personal formado tras una largo periodo que comienza por una carrera universitaria de seis años, seguida de la especialización durante cuatro años en el programa MIR cobrando un sueldo del Estado, acabe en el paro o es mejor que se les de una oportunidad para revertir el esfuerzo que el Estado hace en su formación, con sus aportaciones personales.

Es importante considerar la rentabilidad del SNS en términos sociales y no económicos. Las empresas que aspiran a gestionar los servicios sanitarios como negocio no tienen otra preocupación que la factura. El trasvase a la privada de infraestructuras consolidadas podría ser lógico si estas empresas asumieran los costes históricos de los hospitales, pero entrar en el regateo de edificios emblemáticos de la sanidad pública, como está pasando en Madrid, nos parece una tomadura de pelo tan humillante como que el Estado compense a las concesionarias de autopistas por la falta de ingresos que conlleva la crisis o que tengamos que pagar entre todos la bancarrota.

Si la medicina es una ciencia y la gestión una disciplina contable que responde a la matemática no debería haber problema para que antes de tomar decisiones, se hicieran públicas las cuentas y se predijeran, con la solvencia que tiene el método científico, los resultados. Creo que es lo menos que se le debe a los trabajadores que a pesar de haber costeado con sus cuotas el SNS, han asumido el copago farmacéutico y ahora se les habla de intervenciones que si no resultaran meridianamente justificadas deberían conllevar responsabilidades más allá de las meramente políticas. En Madrid la privatización de los laboratorios se ha llevado con opacidad, pero la coalición de izquierdas que gobierna Andalucía no debería tener miedo a la luz, por lo que creo que está tardando en explicar el significado de las unificaciones en marcha para dejar claro que las cosas no son ni van a terminar siendo lo que parecen.

(*) Artículo conjunto de la Tertulia 29BAARRA del Ateneo de MálagaSalvador Peran Mesa es titular de Universidad y jefe del Laboratorio de Hormonas del H. Carlos Haya