De las decenas de temas de actualidad en los que estamos envueltos, hoy quiero concentrarme en uno concreto, como es el metro de Málaga.

Siempre he creído que cuando se inicia un proyecto, bien sea la construcción de un hotel, la de una plaza de toros, la de un campo de fútbol, una autovía o autopista etc,etc,ect, se empieza después de haber cumplido con ciertos requisitos imprescindibles. Por ejemplo:

1º.- Disponer del terreno para aplicar el proyecto.

2º.-Saber el presupuesto del que se dispone para hacerlo realidad, (con desviaciones del 15% arriba o abajo).

3º.-Disponer de todos los permisos oficiales para poder iniciar las obras.

4º.- Estudios de rentabilidad del proyecto.

No me imagino, a una empresa privada, que después de haberse basado en los cuatro puntos anteriores, haya iniciado las obras de un presunto hotel de 5 estrellas, con 10 plantas (porque el plan de ordenación no permite más alturas) y con 40 habitaciones por planta, (ya que la capacidad de dicho hotel, para poder hacerlo rentable es de 360 habitaciones), y cuando la construcción va por la 4ª planta, se propone, que a partir de la 5ª planta no haya ascensores y que se comunique cada una de ellas a través de escaleras diáfanas, para que desde la planta 5ª a la 10ª se usen como si fuesen campings con vistas de altura.

Esta claro, que tendrían, teóricamente, defensores y detractores de ese sistema, porque como dice el refranero español, «para gustos los colores», pero cuando se trata de una obra de infraestructura que le dará imagen a la ciudad y movilidad a sus habitantes no puede estar en manos de impulsos políticos ni de ingeniosas frases para justificar lo injustificable, sino que hay que cumplir con el proyecto que se inició y no hipotecar el futuro de una ciudad por presuntos recortes presupuestarios.

Es preferible que si el problema es económico, quede como se proyectó hasta que la Junta de Andalucía vuelva a disponer de fondos para terminar con la obra a la que se comprometió con Málaga.

Es como sí, las obras del AVE, por falta de presupuesto, se hubiesen paralizado en Antequera y la continuidad hasta Málaga se hubiera hecho, con autobuses de última generación, justificando que son ecológicos, o manteniendo la vía del ancho antiguo argumentando el mantener «la memoria histórica del transporte ferroviario en la provincia de Málaga».

No tendría sentido, como no tiene sentido, el sacar el metro a la superficie cargándose una de las zonas más nobles del centro de Málaga, porque no se trata de un tranvía, se trata de llevar al centro de Málaga vagones del metro.

Para hacernos una idea de lo que sería el tránsito de dichos vagones de metro en superficie, adjunto una fotografía de lo que supone en Estambul, solo los vagones de tipo metro en superficie circulando por parte del centro de la ciudad, quizás con un diseño más antiguo pero que al fin y al cabo, se ve que no son tranvías y que han tenido que proteger con vallas para evitar accidentes.

Málaga no merece el trato que está recibiendo del «centralismo andaluz» y mucho menos que políticos nacidos y criados en Málaga defiendan «el presunto estrangulamiento» que con este tema se le quiere hacer a la capital malagueña.

Los malagueños no consiguieron terminar con la verja del puerto de Málaga y la pregunta del millón es:

¿Consentirán los malagueños también que desde la Junta de Andalucía se promueva una nueva verja en forma de raíles?