El mundo de la anormal-normalidad es un mundo en el que la normalidad se deconstruye. Cada día -y va a más- nos encontramos ante una realidad deconstruida, como la tortilla de nuestro gran Ferran Adrià, esa tortilla tan española como el mismísimo Ferran, a pesar de algunos.

La normalidad deconstruida muta a anormalidad más en los cálidos territorios sureños que en los fríos territorios norteños. No creo que sea por el clima. No señor€. La anormal-normalidad es más bien cosa de nuestro miedo a hacernos cargo de nosotros mismos. Es cosa de nuestra disposición atávica y tribual de «saber» que la responsabilidad de nosotros mismos siempre recae en algún prójimo; o en alguna asociación o grupo de prójimos; o en alguna federación de asociaciones o grupos de prójimos. Por ahí puede que vaya la cosa, digo yo€

Cuando la normalidad se deconstruye y florece como anormal-normalidad se queda desnuda de sentido. Se convierte en algo así como un yo-que-sé-que-qué-sé-yo conceptualmente ortopédizado, pero eso sí, un qué-sé-yo-que-yo-que-sé del que todos participamos en nuestra rutina diaria. Previo a nuestro manejo deconstructor, la normalidad existía y después de la deconstrucción sigue existiendo, porque la normalidad es parte esencial del mundo que nos rodea y de nosotros mismos. La anormal-normalidad no, eso es otra cosa. Una cosa que algunos vendemos y que otros compramos, y que cuando participamos de ella es cuando nos explicamos mediante intrincados conceptos como «crecimiento negativo», «fuego amigo», «caos controlado», «armonía discordante», «aceleración negativa», etc., etc. Cuando la anormal-normalidad se hace palabra es un puro oxímoron, pero, eso sí, con muchísima mala leche en el sentido social.

En síntesis, lo que ocurre es que cuando nos habituamos a la anormal-normalidad, la normalidad con mayúsculas desaparece de nuestras vidas. O sea, que la cosa viene a ser algo así como las miodesopsias, ya saben, esos puntos oscuros que aparecen en nuestro campo de visión como consecuencia de la edad o por desprendimiento vítreo.

Las miodesopsias, esas incómodas moscas volantes son, en realidad, partículas que flotan en el interior del globo ocular, aunque parezcan estar fuera, en nuestro campo de visión. Los que las hemos padecido sabemos que con el tiempo desparecen. Diríase que se curan solas, pero en realidad lo que ocurre es que nuestro cerebro decide no verlas. Así como suena. De pronto dejamos de verlas, pero eso no significa que hayan dejado de estar. Siguen ahí. Igual ocurre con la normalidad, la de verdad: dejamos de percibirla, pero estar, lo que se dice estar, sigue estando, aunque nuestro cerebro no repare en ella.

En la actividad turística, quizá por ser una actividad joven, en la que se mezclan las necesidades esenciales del ser humano con objetivos puramente mercantilistas, la anormal-normalidad es uno de los rasgos que la definen. Así, en turismo podemos jurar sobre la biblia que el overbooking es siempre un accidente que se produce por una mala gestión del overcontracting (sobrecontratación) y quedarnos tan tranquilos. O sea, una explicación pseudocientífica que explica y justifica una anormal-normalidad. Por cierto, a propósito del overbooking, también me parece anormalizante que mientras la RAE -hueso duro de roer en los menesteres de sus competencias- acepta el vocablo overbooking en su diccionario, nuestro gobierno, el del estado, lime su presupuesto de promoción, el real, como lo ha hecho, a pesar del peso específico del turismo en nuestra balanza. Lo hecho por el gobierno es tan anormal como anormalizante. Cómo lo hemos asumido los turísticos es una seña de la anormal-normalidad. Hay que ver qué cosas€

La anormal-normalidad-turística se manifiesta por temporadas, sobre todo en lo que respecta a los prejuicios positivos o los prejuicios negativos sobre las distintas situaciones que la conforman. Ahora entramos en una época en la que el entorno se nos aparece claro, nutriente, fértil€. Allá por los noviembres o los eneros el entorno se nos aparecerá, otra vez, oscuro, debilitado, estéril€. Pero la anormal-normalidad-turística seguirá ahí, como una constante que no muta€ Quizá es que llevamos demasiado tiempo haciendo lo mismo y, como en el caso de las miodesopsias, nuestro cerebro ha decidido no ver determinadas cosas que son las que nos mantienen unidos, atados y prisioneros de nuestra anormal-normalidad. Un imperdonable pecado.