En La Catedral resucitó Lionel Messi y el Barça, con el empate, aplazó la celebración del triunfo en la Liga. En el Vicente Calderón, el Real Madrid, con su victoria, logró prorrogar dos semanas más la conquista del título por el equipo barcelonés y con el Atlético -nacido como Athletic ahora hace 110 años- renunció a jugar al fútbol. A orillas del Nervión hubo fútbol con pasiones y, sobre todo, la fulgurante aparición de Messi, muy distinto al de hace unos días en Múnich. A orillas del Manzanares hubo tedio, muestra de fútbol sin valor. Una decepción más de los colchoneros, que llevan ya 14 años sin derrotar a su gran rival. La jornada tuvo como consecuencia benéfica que los barcelonistas han comenzado a creer en la milagrosa eliminación del Bayern gracias al influjo benefactor de Messi. Los madridistas, que tras la derrota de Dortmund han visto más fácil su llegada a la final porque necesitan menos goles, tomaron aire al ganar con medio equipo suplente al adversario que se presumía le iba a poner las peras al cuarto.

En Bilbao se vivió el milagro Messi. Salió en la segunda mitad y en dos jugadas marcó un gol y facilitó el segundo. El tanto fue de pura artesanía. Se libró de cuatro adversarios y batió al guardameta vasco que debió aplaudirle porque no siempre se está en primera fila presenciando un espectáculo similar. Vilanova, seguramente, dará por buena su decisión de seguir dejando en el banquillo a Villa para que Alexis deambule, como pollo sin cabeza que diría Toshack, aunque esta vez solamente fue media nulidad, porque aprovechó la cesión de Messi para marcar.

En Madrid con equipo de suplentes, Mourinho nos equivocó a todos los malpensantes. Creímos que su perversidad le iba a llevar a alinear a Casillas, en un partido que con tantas bajas se podía pensar que podía perder y, con ello, tener más coartada para seguir ninguneándolo. Salió Diego López, que mantuvo su infausto historial ante Falcao, que le endosó cuatro tantos en Oporto, cuando jugaba en el Villarreal, y le volvió a amargar la noche en El Madrigal. Esta vez sólo tuvo ocasión de batirle en una acción aislada. Fue el último rescoldo de la hoguera del cholismo que presenta más cenizas que llamas, en vísperas de la final de Copa.