La razón de que los ordenadores se averíen cuando la asistencia técnica está de puente, los aparatos den problemas en fin de semana, el coche se estropee justo antes de salir de vacaciones o la grapadora se quede sin grapas cuando hay que coser un documento con toda urgencia, es misteriosa. Se puede pensar en una conjura de las cosas, pero sería caer en el animismo. Imaginar mala voluntad en la divinidad tampoco es de recibo, porque una de dos, o no se cree en ella, en cuyo caso no viene a cuento la idea, o, si se cree, el solo pensar en algo así sería sacrílego. Sobre esos fenómenos tan evidentes no hay siquiera estadística, porque los estudiosos sólo están dispuestos a manejar enigmas para cuya solución tengan un hilo del que tirar. Los romanos debían sospechar algo, con aquello de los días fastos y nefastos, pero si se le intenta encerrar en un calendario el genio travieso se retira.