A la espera de si Bárcenas, como amenazó, canta las cuarenta y veinte en oros desde la trena, puede pensarse que el PP, o al menos la actual cúpula, con el dúo Cospedal-Sáenz de Santamaría a la cabeza, no tendría reparos en aceptar una explosión controlada de la bomba de relojería activada por el personaje a quienes los populares apodaban, entre bambalinas y por los pasillos de Génova, «Luis el cabrón». La supuesta cabronada del ingreso en prisión del guardián, durante veinte años, de la llave de la caja registradora del partido, no parece haber inquietado a Rajoy pero aún menos a su guardia de korps femenina. Ni al ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, quien habría ordenado a la Fiscalía Anticorrupción que pidiera el encarcelamiento de Bárcenas, tal como aseguró públicamente la portavoz adjunta del grupo popular en el Congreso, Matilde Asián, y negó también públicamente horas después el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce.

No es descartable la teoría de que si Bárcenas abre la caja de los truenos como anunció el ex director de la Once Miguel Durán, abogado de la defensa del número dos de la Gürtel, Pablo Crespo, quien habría dicho que «como vaya a prisión, éste lo canta todo», en referencia al ex tesorero del PP, los mayores perjudicados serían los máximos dirigentes del partido en la época del aznarismo, pero no los valores emergentes del PP de Rajoy. Cospedal, Soraya y Ruiz Gallardón verían en la cantinela de Bárcenas una ocasión histórica para atizar el fuego de una limpieza del partido e incluso del Gobierno.

Según esa teoría, la bomba supuestamente activada desde una celda de Soto del Real sacudiría los cimientos del viejo edificio del PP pero dejaría las manos libres a los jóvenes cachorros ya no tan jóvenes, pero con cartas en la mano de ganar y poco perder. Así se explica el premonitorio «caiga quien caiga» de Cospedal: que paguen los pecadores, algunos ya fuera o alejados de la dirección del partido. Sería una explosión, pero controlada. Como esas sofisticadas bombas de neutrones que arrasan toda vida humana pero no afectan a las estructuras ni a los edificios.