Antes de que la voraz cuchilla vuelva a caer sobre el cuello de los salarios hispánicos, proceden algunas consideraciones. El diez por ciento que ahora recomienda el Fondo Monetario Internacional y suscribe Oli Rehn, vicepresidente económico de la Union Europea, sería aceptable como primera rebaja. Sumada a las anteriores en el contexto de las subidas fiscales en vigor, más las que faltan, reducirá a la mitad el ya metafórico «poder» adquisitivo de los españoles. Si el mayor empleo tiene que nacer de estas prácticas de patíbulo, mejor será que nos dejen como estamos. Pocas de las pymes supervivientes, que son las que cuentan para el empleo, pueden beneficiarse de una más drástica caída del consumo. La salud de una abstracción como «La Economía» será pírrica en un país con más de cuarenta millones de enfermos.

La tercera pata de la «troika» no tardará en sumarse a la recomendación del FMI y la CE, porque el nivel de imaginación y creatividad es igualmente plano en todas ellas. Pero el Gobierno español repite urbi et orbi que ha pasado lo peor, no prevé otros recortes y, sin repicar campanas, ya estamos remontando. Otro navajazo del 10% para salvar una o dos décimas de «crecimiento negativo» no tiene justificación ni merece la pena. Es inaudito que las mentes económicas del interior no opongan objeciones ni confronten su análisis al de los verdugos internacionales, cuyos capuchones estorban la visión objetiva de los problemas y los remedios. Baste recordar el cinismo con que el FMI reconoció haberse equivocado seriamente con Grecia, sin mover un dedo para salvar lo salvable.

Es el momento de dar las gracias por los consejos, y no cumplirlos. El gobierno no está en condiciones de depravar aun más la dignidad de la política desmintiendo sus pronósticos con nuevas rebajas. Si ello supone una más lenta salida de la recesión, que se vuelque en dilatar los plazos. Las exportaciones funcionan y la afluencia turística desborda las previsiones más optimistas. Estos dos sectores no deberían degradarse con la penuria interior, la eliminación de ayudas éticamente forzosas (subsidios del paro, atención a los dependientes, etc.), los saqueos de reservas de la seguridad social y las muchas obediencias acríticas que aspiran a un país sanísimo a costa de un paisanaje gravísimo. Recuerden que no vota el país, sino los paisanos. Y calculen la quiebra social que exigen Lagarde, Rehn y compañía para estar contentos... hasta la siguiente factura.