Europeísta convencido que es, el filósofo alemán Jürgen Habermas no oculta la poca simpatía que siente por el tactismo oportunista y el deficiente espíritu europeo de su compatriota, la canciller Angela Merkel.

En un ensayo que publica en el semanario Der Spiegel bajo el título de «Un caso de fracaso de las elites», Habermas la acusa de oportunismo cuyo único objetivo es «conservar el poder» y de falta de «principios reconocibles».

Habermas parece coincidir así con el sociólogo Ulrich Beck, quien en alusión al autor de El Príncipe, acuñó el término de «merkiavelismo» para aplicarlo a la política de la dirigente conservadora desde que está al frente del Gobierno de Berlín.

El filósofo critica, entre otras cosas, que por segunda vez Merkel trate de obviar en la campaña electoral cualquier tema polémico, sobre todo si se refiere a Europa y a la solidaridad que en vano le reclaman los países del Sur.

Para Habermas, la Alemania de Merkel abusa descaradamente de su «superioridad económica y demográfica» y persigue sus «intereses nacionales» -o los que la canciller «considera tales»- sin que nadie pueda ponerle trabas.

El Gobierno de Berlín «se aprovecha, incluso desproporcionadamente, de la dominación económica» del país hasta tanto no surjan dudas entre sus socios respecto de «la desinteresada lealtad europea de los alemanes», escribe Habermas.

Un Gobierno de Berlín «cada vez más aislado» impone una dura política de ahorro lo mismo a los países en crisis que a Francia en nombre de unos supuestos «imperativos del mercado» que no parecen dejar ninguna alternativa.

Al mismo tiempo y frente a toda evidencia, la canciller insiste en que todos los países del euro tienen autonomía para decidir sus políticas presupuestarias y económicas. Y en caso necesario, pueden recurrir a créditos del fondo de rescate para, eso sí, sin ayuda alemana, «modernizar» su economía y “«mejorar su competitividad».

A la vez que denuncia tamaña hipocresía, Habermas señala que las «nada óptimas» condiciones en que opera actualmente la eurozona se deben al «error de construcción» de una unión política que sigue incompleta.

La imposición por Alemania de políticas de ahorro no conseguirá eliminar los actuales desequilibrios económicos. Esto sólo se conseguiría, argumenta el pensador alemán, «con unas políticas fiscales, económicas y sociales coordinadas entre todos».

La política europea se encuentra en un atolladero, escribe Habermas, y si no se quiere «abandonar la unión monetaria, es precisa una reforma institucional que exigirá tiempo y que es necesaria, pero también impopular».

De ahí que los políticos que quieren ser reelegidos no quieran agarrar esa patata caliente y le den siempre largas.

Pero, argumenta el filósofo de «la razón comunicativa», compete sobre todo a Alemania, por haber «asumido una responsabilidad paneuropea», tomar la iniciativa al respecto y ganar a Francia para ese proyecto.