¿Se puede ser caradura a medias? Quizá, pero los españoles solo conocemos caraduras enteros. Fíjense en Narcís Serra, el exministro de Felipe González y luego presidente de Caixa Catalunya. El hombre tiene que defenderse, y para ello debería adoptar ante los micrófonos una postura más ambigua. No de culpable, pese a los cargos que le han conducido ante los tribunales, pero sí de despiste: un sí pero no, o un no pero sí. Una postura de medio caradura, en definitiva. Un caradura a medias puede producir cierta lástima, cierta comprensión, cierta empatía. Decimos esto un poco a lo loco, en busca de ese término medio donde, según nuestros padres, se encontraba la virtud. Significa que estamos en el sofá, siendo agredidos otra vez por el telediario, en esta ocasión el de la noche, cuando sale Narcís Serra y dice que las subidas de sueldo a los directivos de Caixa Catalunya, que ya estaba en la quiebra, fueron legales y leales. Añade que se trataba también de una cuestión de competitividad. De no haber propuesto aquellas subidas, se habrían largado a otras entidades. Pues qué pena, ¿no? Qué pena que, quienes arruinaron la caja, se hubieran largado antes de sacarle el último céntimo. De modo que Narcís Serra abandona en sus declaraciones el término medio y se muestra como un extremista de la pasta:

-Nos subimos los sueldos por culpa del mercado -viene a decir.

La gente que sale en la tele acaba constituyéndose, para bien y para mal, en el modelo de la gente en general. Por eso uno presta tanta a tención a la pantalla. Narcís Serra acaba de enseñarnos que, en cuanto a ser un caradura, no hay término medio. O estás embarazado o no estás embarazado. Punto. Él está embarazado y de ahí su huida hacia adelante. Repetimos:

-La subida de salarios no solo fue legal, sino leal. De otro modo, el mercado nos habría arrebatado a los directivos que estaban cargándose la institución.

Le dejan a uno tan estupefacto estas declaraciones que piensa que ha oído mal. A ver si me dejáis escuchar, grita a los niños.