Me tiene despistado, y se lo dije en una amable comida, hace meses en Baboo.

Escribe sesudos artículos en su blog y aparenta un discurso revolucionario desde lo pacífico y lo pragmático, con la utopía como fin que sería capaz de convencer a gente de cualquier espectro político, siempre que hablemos de gente con sentido común.

Sin embargo desde su afamado y seguido tuiter escribe soflamas incendiarias que no son coherentes con lo que, según yo creo, realmente es. Él achaca mi confusión a la diferencia del medio, yo me inclino, no sin duda, a la necesidad política de nadar y guardar la ropa.

En la mencionada comida me dijo que esto de la política era algo pasajero en su carrera y que su proyecto de cooperativa le tiraba más, que el Congreso es una pantomima (¡noticia!, ¡noticia!) y que ir de verso libre, hasta en Izquierda Unida es incómodo, por lo que duraría ni con pilas duracell. Creo que gente como Garzón ha de luchar a favor de evitar el bipartidismo, ése que ya sólo tiene las formas de perpetuarse que hemos visto este fin de semana, con escraches de todo a cien o asumiendo que sólo los dirigentes más diligentes pueden optar a puestos de gobierno en la Junta de Andalucía.

Málaga ya no se divide en gente del río para allá y gente del río para acá sino en los políticos (de partido) y la ciudadanía. Garzón es alguien que cruzó la línea física, manteniéndose con los ciudadanos.

Sólo de él depende que sea Garzón o Garçon del bipartito. Si algo le eché en falta cuando compartimos mesa es que nada nos preguntó él a nosotros, ni a la periodista, ni al empresario, ni al historiador con los que compartíamos mesa. Quizá por no hacer ver su juventud como algo vulnerable, pero preguntar es la asignatura pendiente de todo político tenga la edad que tenga.