El día gris y el llanto de lluvia arroparon a Margarita en su duelo personal durante el primer día de despedida. Su cómplice-tortuga, Chispita, quiso elegir la primera quincena de este año para marcharse sin dar aviso; atendió a la eterna llamada para habitar las lagunas que la esperaban, con los saltos despiertos de agua, expectantes en su salida del jardín de las delicias donde habitó toda una década. «Volveré» -le dijo en sueños a Margarita-, quien la sigue recordando en las mañanas de luz cuando chispeante contagiaba la calma de la libertad jugando con el sol. Entre tanto, todos deseando el reencuentro con la memoria de la urbe que habitamos.

Todo llega tarde. Desde el 2012, 2013, 2014 y ahora, según nos informan, el Museo de Bellas Artes y Arqueológico, tan ansiado, no podrá realizar su apertura «hasta finales de 2015». Ante la tristeza de las ausencias; frente a la impotencia del retraso, nos queda la villa y sus artistas: literatos, poetas, escultores, músicos€ y sobre todo pintores. La pintura como terapia en este devenir incipiente del año que comienza a contemplarnos.

Málaga Azul es el nombre de la obra ganadora del XVII Certamen Nacional de Pintura Ciudad de Antequera 2013, recientemente celebrado, y que Salvador Varela visualizó y ejecutó con su mirada universal, plasmando un paisaje de la ciudad de Málaga, rozando el horizonte onírico que posee. Este artista vocacional pinta lo que siente para dirigirse al sosiego, sin más argumentos academicistas. Su vuelta a la sencillez -compleja técnica-; su inquietud por la moderación para trazar una vía más limpia, donde el detalle metódico dibuje la realidad deseada, lo hacen poseedor de una virtud: la humildad del talento. Tras la nostalgia y como bálsamo para estos primeros amaneceres, no se pierdan la obra pictórica de Salvador Varela. Málaga Azul.