Fue Fernando Hierro el primero que dio la voz de alarma sobre Raúl. «Viene un Ferrari que nos va a pasar a todos», dijo el emblemático defensa del Madrid de un joven delantero que estaba batiendo todos los récords goleadores. No se equivocó. Raúl acabó convirtiéndose en el máximo artillero del equipo blanco en su historia. Pero hasta los Ferrari tienen fecha de caducidad. Y Luis Aragonés fue el primero que se la puso al «7» del Madrid y de la selección. Raúl, que debutó en el Madrid en octubre de 1994, ya estaba muy lejos de su esplendor cuando España afrontaba la clasificación para el Campeonato de Europa de 2008. El madridista había dejado de ser el que enchufaba prácticamente cada balón que le llegaba. Se le veía agotado pese a su juventud. Su relevancia en el juego a falta de goles era casi nula. Luis no se anduvo con chiquitas. Venían por detrás otros bólidos y lo que hizo «el Sabio» fue darles paso. Villa y Fernando Torres eran los nuevos atacantes de un equipo en estado de formación.

El Mundial de 2006, el jugado en Alemania, ya dejó muy tocado a Raúl, que perdió la titularidad en beneficio del «Guaje» y del joven colchonero. Luis supo aguantar ciertas presiones mediáticas cuyos autores entendían que Raúl era indiscutible frente a unos «don nadie» como el de Tuilla y Torres. A buen sitio iban a parar con un técnico dotado de una personalidad fuerte, que ya desde chavalete había tratado con grandes figuras y que, sabedor de cómo se las gastan los jugadores, valga la muestra de que el primer día de su trabajo como entrenador del Atlético de Madrid, en una temporada en la que había empezado como futbolista, trató a los que habían sido sus compañeros, algunos de ellos amigos, y de muchos años, de usted. Bromas, las justas.

Luis dejó de contar con Raúl al segundo partido de la fase de clasificación para el Campeonato de Europa, tras una derrota con Irlanda del Norte. Nunca más volvió el delantero del Madrid al equipo nacional. Luis se lo dejó bien claro. «Fui con la verdad por delante. Le dije que pensaba que Villa y Torres estaban rindiendo mejor que él y que tenían que ser ellos los que vinieran. Él no lo aceptó, pero el que mandaba era yo», confesó en una entrevista el técnico madrileño. Los resultados lo avalaron. España quedó ganó el título continental y desde entonces no ha vuelto a mirar atrás. A Raúl sin embargo siempre le quedó el resquemor de su abrupta salida del equipo nacional y por no admitir que había otros que eran mucho mejores que él se ganó las iras de los aficionados, como en su última visita a El Molinón cuando fue repetidamente abroncado y el público le gritaba que el 7 de España era Villa.