La verdad es que no entiendo el auge de las bandas tributo. Estos días han pasado o pasarán por Málaga las que, dicen los expertos, son las mejores formaciones en homenaje a The Beatles, Queen y Dire Straits, y se ha armado un cierto revuelo entre la melomanía. Yo jamás iría a un concierto de éstos -sorry: nada personal- pero tampoco de las peores bandas tributo -aunque reconozco que ahí hay un puntillo más apetecible, morboso que es uno-. Me parecería algo demasiado triste, y uno sólo está dispuesto a ciertas melancolías. Porque imagínese la estampa: un puñado de personas más o menos fanáticas de un grupo mítico que deben conformarse con el sucedáneo ya que la banda a la que idolatran está disuelta o, directamente, sus miembros clave reposan en el cementerio; encima del escenario, unos señores como simples mercenarios del recuerdo y de la adoración, ejecutantes -no intérpretes- que aspiran a clones en dura competencia con los recuerdos del público. Y ya se sabe que la sublimación y la distorsión que aplica la memoria a nuestras vivencias es lo que le da mucha vidilla a nuestra existencia. En realidad, un concierto de una banda tributo debe de ser la demostración precisamente de esto, de que moldeamos casi de forma cinematográficamente ficticia nuestros recuerdos. Puede devanarse los sesos pero, al final, ¿sabe por qué el señor que imita a John Lennon en tal banda no es tan parecido, no tiene ese puntillo exacto de estrella de Lennon? Sencillo: porque ni siquiera el propio John Lennon tampoco tenía ese mojo con el que le hemos dibujado en nuestras cabezas.

Sé que soy pesado pero le pido que se imagine otra cosa: haga un fast forward a dentro de 90 ó 100 años, cuando, por ejemplo, Queen sean solo piezas de museo, cuando nadie de los que los viera en directo siga con vida. Entonces sólo quedará la leyenda, el mito original y, algo más cercano, palpable, el recuerdo de su mejor banda de tributo; y, seguro -me apuesto con usted lo que sea, pero da igual: no nos veremos dentro de 90 ó 100 años-, que surgirá una banda de tributo a la banda de tributo. Y el recuerdo terminará siendo más importante, más destacable, y el bigote del imitador de Freddie Mercury será más real que el del propio Freddie Mercury, al que nadie conoció en realidad y sólo será una foto en una página web. Los recuerdos llevan siglos suplantando a las experiencias pero, pronto, habrá recuerdos de los recuerdos, habrá recuerdos de primera y segunda mano, viviremos en un bucle infinito de cosas sin origen definido... Y entonces usted y yo viviremos en Qué Tiempo Tan Feliz y nos cantarán Los Supersingles.