Ser periodista es, hoy en día, un ejercicio de riesgo extremo si se quiere servir a la verdad. Por eso saludo los 15 años de este periódico llenos de vitalidad y teniendo la verdad por delante, aunque a veces duela incluso a amigos de toda la vida o de viaje. Y saludo, en especial, a sus profesionales. No es fácil mantener el pulso de una ciudad y de una provincia cuando ha habido que ajustarse el cinturón. El ejercicio diario de contar lo que sucede en esta ciudad es un apasionado trabajo que cobra todo su sentido si se hace con rigor, seriedad y objetividad. Este periódico, joven y osado, atrevido en sus análisis y metido en la piel de los malagueños es un ejemplo de ello. Sus 15 años son el mejor manifiesto de lo que afirmo, con sus luces y sus sombras pero siempre desde el ejercicio libre de la profesión. En España tenemos muchos medios informativos que huelen a alcanfor, que merecen el beneplácito de los poderes establecidos y que pretenden gobernar o influir en los poderes desde la prepotencia; es aquello que responde a una de las mentiras más consagradas en esta profesión: «si no está en mis páginas, no existe». Semejante majadería es propia de quienes han hecho y hacen del periodismo una profesión que ha perdido el respeto de la sociedad.

No es el caso de este periódico que a sus 15 años respira vitalidad, que se gana día a día el respeto de sus lectores, con unos profesionales que saben su oficio y que a diario toca la fibra informativa de lo que aquí sucede sin más limitaciones que ser honestos en su trabajo. Este es un oficio no fácil en los años que corren, con manifiestos recortes en el ejercicio de la libertad y la democracia. Por eso, cuando se cumplen 15 años con la frente alta, la mirada llena de esperanza y futuro hay que levantar la copa de la libertad y la honestidad para celebrar un cumpleaños que alimenta muchos años más por este sendero. Lo mejor, está por venir. Pero hoy por hoy que nadie me quite el inmenso placer de abrir cada mañana las páginas de este periódico, y de su excelente edición digital, porque me encuentro un periodismo vivo, sagaz, lleno de humor (¡Ay, Alfonso Vázquez y José María de Loma), con notables colaboradores y articulistas de los que imprimen carácter. Se nos fue Rafael de Loma, aunque me dicen que a diario abre las páginas de La Opinión y a diario escribe en las nubes eternas su eterna melancolía por una profesión, la de periodista, que parece se nos va al carajo. Me gusta este periódico porque no huele a alcanfor ni está tocado por la manipulada varita de ser el órgano oficial; me gusta este periódico porque se del esfuerzo, trabajo y rigor de quienes lo hacen; me gusta este periódico porque es vitalista, porque ama la calle y al pueblo y no los despachos oficiales; me gusta este periódico aunque a veces se equivoque. Me gusta este periódico porque no se vende por un plato de lentejas,

Y en esta fiesta de cumpleaños se ha premiado a quienes han hecho de Málaga un referente en sus campos de actuación y ejemplo manifiesto de que es posible cumplir unos objetivos que han marcado a la sociedad malagueña. Todos tienen méritos suficientes, desde el golfista Miguel Ángel Jiménez a los otros cinco galardonados. Detrás de estos reconocimientos siempre hay unas personas y sus equipos. Braulio Medel, banderín de enganche de Unicaja, capaz de sortear con pericia el cabo de Hornos, sujeto activo de dos principios básicos en su manejo del timón: solvencia e identidad y honestidad. Medel ha hecho de la entidad malagueña un ejemplo a seguir en el convulso, y a veces asqueroso, mercado de las fusiones financieras. Y me quedo con dos personajes más por ser a quienes mejor conozco. El primero, Antonio Morales, presidente de la Cruz Roja de Málaga y más recientemente del Consejo Social de la UMA, un hombre honesto, íntegro y cabal; fiel a sus ideas cuando tan en boga está cambiar de chaqueta. Desde la Cruz Roja, como también hace Cáritas, se ha conseguido que muchos miles de malagueños tengan algo que llevarse a la boca y la esperanza y consuelo de que, al menos, hay quienes saben lo que es sufrir. El segundo, Antonio Luque (Dcoop), al que conocí hace años, un chavalillo recién terminada la carrera de ingeniero agrónomo, que daba sus primeros pasos en el movimiento cooperativista en la entonces Caja Rural de Málaga (hoy Cajamar), de ideas claras y rotundas; defensor a ultranza de la necesidad de que se unieran agricultores y ganaderos para luchar para que el valor añadido de la producción se quedara en nuestra tierra. Luque, ejemplo a seguir.

A todos ellos, mi reconocimiento personal y a quienes cumplen 15 años y de ellos a uno en especial, al que dirige La Opinión de Málaga. Al fin y al cabo, sangre de mi sangre, pero con más y mejores hechuras del que esto escribe y al que no importa recibir al morlaco de turno a puerta gayola. Va por ti. Y sobre todo cuando el Miura de turno pretenda darte unos cornalones.