Ayer, que no estaba en el mejor de mis días, llegó mi niña mayor y me obsequió con un grupo novelas de Miss Marple, de Agatha Christie, y me arregló el cuerpo para una semana, por lo menos. ¡Con qué poco se puede contentar a una anciana! Sí, porque nunca es tarde para leer una buena obra de misterio. El saber no ocupa demasiado lugar y nunca se sabe si lo que lees hoy te puede sacar de un apuro mañana. Sin comentarios.

En mis años de bibliotecaria montábamos talleres de lecturas en común. Nadie se puede imaginar el provecho que obteníamos al leer cualquier pequeño párrafo de la página de un libro. Porque, en estos eventos, todos aprenden: el que los dirige y los que reciben el mensaje. Lo mejor, comprobar cómo, tantos años después, todos lo recordamos con cariño y con nostalgia.

Afortunadamente, cada vez hay más ciudadanos preparados intelectualmente. Cierto. Pero si alguna vez nos encontráramos con una persona que nunca tuvo la oportunidad y la suerte de obtener esa gracia, acompañémosla a la biblioteca pública más cercana a su casa y, allí, el bibliotecario le aconsejará el libro más adecuado para ella.

Los lectores pueden disponer, si quieren, de un carnet de socio y podrán llevarse los libros a casa durante unos días. El que hoy no lee es porque no quiere. Pena, penita, pena.

Bueno, no olviden que antes de ir a pasear, deben coger el paraguas. Procuren que los niños no lo cojan porque, o le pueden saltar un ojo al que viene de cara o, lo que es peor, pueden romper las medias a cualquier vecina y salirnos la gracia por un dineral. El que avisa no es traidor.