Os pido, aunque sé que lo hacéis, que continuéis apostando y confiando en este gran país, en su proyección y en su contribución positiva al mundo, especialmente en el actual contexto de crisis económica y financiera. Es vital para el presente y el futuro de España». Con estas palabras cerraba recientemente en Cádiz, el ya Felipe VI, la XIV Edición del Premio Nacional de AJE, que desde el año 1989 se celebra con el objetivo de reconocer y premiar la labor de aquellos jóvenes empresarios que con su esfuerzo e imaginación, contribuyen día a día a crear riqueza y generar empleo en nuestra sociedad. Nacidos para apoyar, motivar y orientar las iniciativas empresariales de los jóvenes emprendedores españoles, se han convertido en una cita de referencia para todos los emprendedores del país y en las que siempre, desde hace años, hemos contado con la presencia e incluso presidencia de honor del acto por parte de Felipe VI. Palabras, en una sociedad necesitada de hechos. Pero palabras de aliento para un sector, el de los jóvenes empresarios, que las necesita y las valora. Y mucho, ya que emprender en este país desde hace años es básicamente un «acto de heroísmo», por todas las dificultades que nos rodean en nuestro día a día. Desde la asfixiante burocracia a los excesivos impuestos. Desde la alta morosidad a la lentitud de muchos procesos de las exigentes y dinámicas economías desarrolladas actuales. Si la creación de empresas para un economista, es la clave para el porvenir de un país en la actualidad. Para Felipe VI desde hace años nos ha dejado bien claro, son «Vital para el presente y futuro de España». Y esta cercanía, la de conocer los problemas y soluciones que nos aquejan diariamente ha sido una constante para el actual rey. Las AJES presentes en todas las provincias Españolas han sido testigo de desde hace años de esta real y cercana preocupación. En cierto modo, por su generación, han caminado, hemos caminado y caminaremos juntos. Las empresas de ayer, son las empresas del mañana.

Casi cuatro décadas. Un país distinto. La España ante la que Juan Carlos I fue proclamado rey, el 22 de noviembre de 1975, vivía aún bajo un régimen dictatorial. No conocía Internet, ni los teléfonos móviles, ni muchos de los derechos sociales conquistados. Felipe VI es jefe de Estado de un país completamente diferente, pero muy necesitado de reformas «reales». Tan reales como las que en 75 se necesitaban en muchos sectores y en nombre de la libertad. A día de hoy y ahora que la economía lo centra todo (por alguna razón será), principalmente lo que se necesita son reformas económicas en profundidad. Entre otras cosas, para no dejar en papel mojado el crucial contenido de muchos de los derechos que contienen nuestra carta magna. Que es lo que los jóvenes políticamente, o socialmente reclaman. Y el que no se haya enterado aún es que está demasiado sordo o ciego para no ver, o para no oír esta clara demanda,avalada por un 60% de paro juvenil. Reformas que precisamente avalen y hagan buenas muchos de los principios constitucionales de justicia, redistribución de la riqueza entre sus ciudadanos e igualdad social. Y son de esa índole. Reformas Económicas, que es el quid de la cuestión en las democracias. Entre otras cosas, porque las sostienen y les dan cobertura con sus presupuestos públicos. Ya lo dejan bien claro algunos colegas historiadores, economistas, y sociólogos, al hablar sobre la transición. «Si hubo una transición social y democrática. Pero aún queda pendiente una muy importante, estructural. La de índole socioeconómica». Estoy de acuerdo con ellos. Sencillo pero clave. Articular medidas eficaces, alejadas de las ideologías (en un país muy imbuído de ellas), pero respetuosas con las democracias y la sostenibilidad. Reformas estructurales, que van desde las culturales (estas son importantísimas), es decir las formas de hacer las cosas, de valorar y dignificar, en nuestro caso, a un sector que es el que crea empleo en cualquier país civilizado. Un sector que es el productivo y que engloba a trabajadores y empresarios, y que aún no se valora en su dimensión, ni en su condición. Porque si se valorase no seria de recibo el marco actual heredado para desarrollar la actividad en esa dimensión democrática que hace que el 71% del empleo, según el INE, lo creen las pequeñas y medianas empresas de dentistas, floristas, carniceros, tecnólogos, logistas, comunicadores y yo que sé que más centenares de profesionales que están luchando día a día en este país. Y es vital acometer este cambio generacional y cultural ya. En su momento Juan Carlos I tuvo que estar a la altura del reto de una transición social. Ahora toca una transición real «socioeconómica», principalmente para dar soporte y contenido a un estado del bienestar que sí que se merecen todos los Españoles. Para construir una tierra de oportunidades. No de reclamaciones legítimas y demandas perennes por lo que queda por hacer. Y parece que le toca, como monarquía parlamentaria y junto a las fuerzas políticas y gobernantes de este país arreglar esta situación . «Los jóvenes empresarios, que con vuestro coraje, digno de elogio y no precisamente en las mejores circunstancias y condiciones de nuestra economía. Que con vuestra vitalidad, tesón y vocación trabajáis diariamente. Creciendo a partir del rigor y de la solidaridad que habéis aprendido desde hace años. Con vuestra imaginación, flexibilidad y anticipación para promover. Gracias a vosotros se beneficia al conjunto de la sociedad, para una economía que necesita crecer y crear empleo en nombre de todos». Lo dijo Felipe VI, por aquel entonces era el príncipe de Asturias. Dirigiéndose a los jóvenes empresarios. Y estas palabras hasta donde se, parecen ciertas. Ahora toca entre todos facilitar que existan más y mejores emprendedores. Es el futuro de España.

*Javier Noriega es presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios (AJE) de Málaga