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Málaga de un vistazo

Luis Ruiz Padrón

Coreografía portuaria

A diario, el prodigio se representa ante nuestros ojos, y lo contemplamos con indiferencia. Curva, contracurva, y doscientas mil toneladas de acero se deslizan suavemente sobre el agua con la gracilidad de una bailarina. Atardece en el puerto y los esforzados remolcadores trazan espirales de espuma en la superficie de la dársena mientras resoplan entrecortadamente. En un delicado juego de equilibrios entre tracciones y empujes, las gigantescas inercias de las masas en movimiento van compensándose hasta que el monstruo queda detenido; la nave recién llegada ha quedado aproada a mar abierto, bajo la mirada atenta de las cinco colosales esfinges que guardan la bocana. La motora del práctico, una vez cumplido su cometido, cruza mientras tanto como un dardo, rumbo a su amarre.

Alguien debería delinear fielmente las precisas geometrías, el delicado engarce de los sucesivos radios de giro de los barcos en su trayectoria junto al dique -amplios y solemnes los de los portacontenedores o buques de pasajeros, nerviosos y ágiles los de los remolcadores locales que les asisten- que por ahora solamente disfrutan las gaviotas.

Hamburgo, Varna, Brest, La Valeta, Freetown, Monrovia, Panamဠnombres de lugares lejanos grabados en los espejos de popa. Y de repente, el ronco mugido de la sirena de un buque que acaba de soltar amarras resuena sobre el fragor del tráfico.

En pocas ciudades es tan visible este espectáculo desde el mismo corazón de la ciudad. Convendría que lo recordáramos cada vez que circulemos por el Paseo de los Curas sumidos en nuestros pensamientos, sin tan siquiera dirigir una mirada de reojo hacia el interior de nuestro languideciente puerto.

*Luis Ruiz Padrón es arquitecto

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