Hay rumores que hablan de una lenta y prefigurada agitación en el cielo, un código de aviación compartido y súbitamente desmoronado y hasta de una nueva presión efecto pantera a escala intercósmica. Donde otros ponen paelleras gigantes y partidos de fútbol con la prensa, al Ayuntamiento de Málaga le da por poner bombillas y, además, todas a una, como en los tiempos en que el interior de los cruceros y los lupanares representaban el canon de belleza y el metro sagrado por antonomasia. Está la calle Larios que parece haber obligado a tomar ácido a una pandilla de luciérnagas, histérica en su firmamento hortera, hasta el punto de que más que aproximarse la Navidad se diría que ha caído una supernova. «¡Más luz!», como Goethe, grita la concejal Teresa Porras, abriendo de sopetón en diciembre las puertas del infierno fotosensible, con peligro de que algún turista se arranque los ojos y acabe viendo a Dios y a los renos frente a las tiendas del yogur helado. Tiene la calle Larios el aspecto grandilocuente de un decorado de Kubrick, que más que una calle semeja un trono y una señal desde la tierra para hacerle más difícil la vida a los extraterrestres y a los helicópteros. Cada año, peldaño a peldaño, gleba a gleba, el Ayuntamiento se supera con el ornato en una alocada carrera de hipérboles a la que si no se pone freno puede que acabe alguna Navidad compadreando con el Hispasat y colgando luminosos de las orejas de los transeúntes. La relación de la calle Larios con el vacío va adquiriendo tintes de vodevil metafísico; es como si después de cortar el tráfico al Ayuntamiento le diera pánico la nada y utilizara sin ton ni son todo lo que tuviera a su alcance para taparla: desde cartelones publicitarios con un montón de gente diciendo chorradas a arabescos y cabras. Quizá de todas las lecciones que no hemos aprendido de la crisis la que más salta a la vista es la estética: con el estallido de la burbuja se fueron el ladrillo y las comilonas de la gente que se va de putas, pero quedaron las formas. Seguimos siendo aquel rincón del mundo en el que se baila el pachanguito y se ponen alfombras rojas a Chus Lampreave y no se sabe muy bien, como con la naturaleza y el arte, si en esto de las luces Málaga imita a Teresa Porras o Teresa Porras imita a Málaga.