Los tecnófilos que consideran la televisión obsoleta para asaltar los cielos tendrán que esperar un poco más para ver su diagnóstico acertado. Podemos, mucho SMS en su entorno, mucho programa por internet, se ha instalado en la Sexta, una cadena extraparlamentaria respecto a la 1, Antena 3 y Tele 5, casta televisiva, en general, y caspa televisiva, en algún caso. Las cabezas del movimiento que dieron sus primeros pasos haciendo un Caiga quien caiga de fiesta de fin de curso universitario desde la barricada vallecana son ahora bustos parlantes que rozan el cielo audiovisual, ahora que es terrestre.

Entre tanto, el líder socialista, Pedro Sánchez, es un autoestopista televisivo que hace campaña en el Planeta Calleja para recuperarse del programa de Évole, que le enfermó como un virus africano cuando convalecía de su contacto telefónico venéreo con Jorge Javier. Sánchez es capaz de irse a Wellington (isla norte de Nueva Zelanda) para salir en Españoles por el mundo si Susana Díaz no acepta compartir con él paraíso croata en Adán y Eva (Cuatro).

A través de las cadenas mayoritarias seguiremos oyendo el discurso bipartidista de los informativos y la queja de los profesionales del primer canal estatal en desacuerdo con el reparto proporcional de los tiempos de información política en función de la representación de los partidos, después de haberlo cumplido como exigen las jefaturas, sin tener en cuenta la calidad de la información o la relevancia informativa. Con el criterio de «lo que importa es salir», Pedro Sánchez pierde 60 votos por cada minuto que gana en televisión. Pero como Pablo Iglesias saltó de la teoría política a la televisión underground para hacer televisión mayoritaria con la política, Pedro Sánchez brinca de la política a la televisión y le busco como soldado en Águila Roja o como profesor del que se enamora María Alcántara, la pequeña de Cuéntame.