No se puede entender lo que sucede hoy en nuestro continente, sobre todo lo que percibimos como insolidaridad alemana al resistirse a mutualizar la deuda europea, sin tener en cuenta el apego alemán a una virtud que a algunos puede parecerles obsoleta como es el ahorro.

No puede haber en ese sentido dos pueblos más antagónicos que el germano y el estadounidense. Mientras que los ciudadanos de EEUU han sido condicionados por el sistema para financiarlo todo, desde el nacimiento hasta la muerte, a base de créditos, los teutones han desconfiado tradicionalmente del dinero de plástico.

Recuerdo cuando, recién llegado a Estados Unidos para trabajar allí de corresponsal, quise pagar al contado mi primer coche - allí es prácticamente imposible vivir sin automóvil- y encontré todo tipo de resistencias para pagar al contado: en el concesionario insistían en que lo hiciese a plazos, a lo que, tal vez con mi espíritu en el fondo un tanto germano, me negué en redondo.

Esa afición desmedida al crédito, impulsada por el capitalismo anglosajón, terminó llegando también a nosotros con los resultados que conocemos y que ahora algunos, los que nos animaban a ello porque había que impulsar el consumo y beneficiar a la banca que tan irresponsablemente nos prestaba el dinero que le sobraba, critican como «haber vivido por encima de nuestras posibilidades».

Y ahora, los alemanes y con ellos todos los ahorradores europeos ven cómo el dinero depositado en el banco les renta más o menos lo mismo que si lo hubiesen metido debajo del colchón, y temen que después de toda una vida de trabajo, van a tener una jubilación más bien difícil.

Según algunas estadísticas, un 66 por ciento de los gobernados por Angela Merkel se dicen insatisfechos con la rentabilidad del dinero que han logrado ahorrar, pese a lo cual prácticamente una cuarta parte sigue confiando en los depósitos a plazo fijo frente a las apuestas más arriesgadas que se les proponen como la inversión en bolsa.

Y eso pese a que el propio presidente de la Asociación de Cajas de Ahorro, Georg Fahrenschon, califica lo que sucede de «expropiación pura y dura» de los ahorradores por culpa de los bajísimos intereses devengados y que, de seguir así las cosas, van a ser incluso negativos: es decir que el ahorrador va a tener que pagar al banco por guardar sus ahorros.

Dos jóvenes autores alemanes, Marc Friedrich y Matthias Welk, han escrito al alimón dos libros - El mayor robo de la historia, y El crash es la solución-, que se han convertido rápidamente en superventas. El panorama que pintan no puede ser más negro, y así pronostican que si la crisis estalló por culpa de la profusión de los créditos y del dinero barato, va a acabar de modo parecido, provocando la ruina de los ahorradores.

Friedrich y Welk culpan a la industria financiera de lo que ocurre. Argumentan que es el único sector para el que no parecen existir las leyes y acusan al mismo tiempo a los bancos centrales de actuar como pirómanos que se disfrazan de bomberos. Su conclusión no puede ser más alarmista: esto termina en una reforma monetaria o en una guerra porque así no se puede seguir mucho tiempo.

Hay que crear un nuevo sistema económico y financiero que sirva a los ciudadanos en lugar de expoliarlos, dicen frente a quienes, sin compartir su pesimismo, aconsejan a los que han conseguido ahorrar algún dinero que inviertan en bolsa porque es la única manera de lograr a la larga una cierta rentabilidad: eso sí, hace falta paciencia y tener años de vida por delante para ver los frutos.

Una de las secciones que siempre me han parecido más interesantes de la prensa de todo el mundo son las cartas de los lectores, y así por ejemplo en las últimas aparecidas en el semanario Der Spiegel leemos cómo muchos de ellos se pregunta a dónde va ese país cuando la única recomendación de algunos es invertir en bolsa y «exponerse así a un riesgo financiero» de cara a la jubilación. «Es algo rayano en el cinismo», comenta un lector.

Otro escribe: «Antes había guerras, y la gente humilde lo perdía todo. Ahora no puede haber más guerras en Europa, y por eso está la política de la UE. Y el Banco Central Europeo. El resultado es el mismo: la misma gente vuelve a perderlo todo». Mientras que un tercero se sorprende de que los pequeños y medianos ahorradores no hayan ido ya a «las barricadas» para combatir «tamaña injusticia».

Tal es el clima que se respira actualmente en Alemania y que explica, aunque no justifique, lo que aquí percibimos como intolerable insolidaridad entre europeos.