Las manifestaciones de la religiosidad popular en nuestra provincia implican, más allá de lo religioso en sí, un fenómeno de dimensiones socio-culturales y económicas de mayor calado que en otras zonas de España.

Ahí están las cifras de la Semana Santa de 2015: ocupación hotelera rozando el 100% en nuestra provincia, hosteleros que confirman las magníficas predicciones hechas con anterioridad y un turismo nacional que, cada vez más, escoge Málaga como destino en estas fechas, no sólo por el clima y el esplendor de su Semana Santa, sino por la oferta turística y cultural que nos sitúa entre los destinos de ´moda´ en el panorama nacional e internacional.

Sin duda la Semana Santa en Málaga constituye un rico ´capital social´ en el que se ven implicadas instituciones religiosas, políticas, económicas y sociales; capital del que muchos pretenden apropiarse en beneficio propio, obviando las ideologías o incluso siendo incongruentes con sus propios predicamentos.

Málaga es una ciudad abierta, donde todo cabe y todos caben, y como tal vive su Semana de Pasión. Ya sea para aquellos que entienden la Semana Santa desde una perspectiva puramente religiosa, religiosidad que va más allá de una semana en la que además de bendecirse las calles se vive una catequesis del pueblo; como para aquellos cuaresmeros apasionados desde el Miércoles de Ceniza hasta el Domingo de Resurrección. Éstos, de año en año, no pierden la oportunidad del escaparate social, a veces conjugada con una pretendida proyección personal, que el fenómeno popular acarrea. Ésta es la que podríamos denominar religiosidad de cuaresma.

Pero, sin duda, lo que no deja de llamar la atención por más que se normalice es la presencia de aquellos que, ni religiosos ni cuaresmeros, más bien oportunistas, viven intensa y socialmente la Semana Santa a la vez que predican que las manifestaciones religiosas deben quedar dentro del ámbito privado, emprenden una cruzada contra la enseñanza de la religión en los colegios públicos e incluso cuestionan los acuerdos Iglesia-Estado. Es la mayor de las incongruencias. Es cierto que cuando se aproximen las elecciones habrá quienes, como diría la Esteban, por un voto maten. Pero respetar las ideologías es ser coherentes con ellas mismas y con los mensajes que se transmiten. Es ser coherentes con uno mismo y con lo que se cree, y aunque estemos en campaña no todo vale, sobre todo cuando se trata de servirse o sacar partido, nunca mejor dicho, de un sentimiento que no se comparte. O lo que es lo mismo: ´A Dios rogando y con el mazo dando´.