Los medios de comunicación nos cuentan a menudo historias de inmigrantes que afrontan todo tipo de obstáculos para buscar una vida mejor en otro lugar. Acercarse de primera mano a su realidad es una experiencia totalmente distinta: Conocer el día a día de estas personas, descubrir cuánto les afecta el rechazo social y cómo en muchos casos, a pesar de vivir en condiciones precarias, siguen manteniendo la lucha y la ilusión por lograr su plena integración.

Impartir el curso «Auxiliar de Comercio» puesto en marcha por el área de Participación Ciudadana, Cooperación al Desarrollo e Inmigración del Ayuntamiento de Málaga y la Asociación Arrabal-AID para mejorar la empleabilidad de un grupo de 15 inmigrantes me ha permitido meterme en la piel de personas que huyen de la pobreza o países en guerra, que se separan de su familia sin saber si volverán a verla€ Historias muy crudas que se entremezclan con otras que te hacen sonreír, donde el amor es el causante del desplazamiento. En todo caso, hombres y mujeres que buscan en Málaga una calidad de vida negada hasta hace bien poco.

La mayoría de estas personas se sienten solas cuando llegan a una tierra desconocida, desprotegidas, muchas todavía menores que afirman rotundas «si yo soy andaluz, llevo más tiempo en Málaga que en mi país». Su esfuerzo es un ejemplo de lucha continua por adaptarse a un nuevo lugar, con idioma y costumbres distintas, por integrarse en una España donde encontrar empleo estable se ha convertido casi en una quimera, más aun siendo inmigrante sin formación actualizada que favorezca su empleabilidad. Ni siquiera quien cuenta con un título académico está exento de problemas y padece tremendas dificultades para traer esa certificación de su país y lograr su homologación, además de tener que abonar unas tasas imposibles para la mayoría.

Una de las prioridades de la Asociación Arrabal-AID con esta formación de 250 horas era poder ofrecer prácticas en empresas a estas personas, con la que demostrar sus conocimientos y al mismo tiempo dejar patente su motivación y capacidad de trabajo. Un medio para romper estereotipos y ampliar la red de contactos de estos profesionales que, a tenor de los resultados, satisface a todas las partes.

De este grupo humano, formado con personas procedentes de Mali, Ucrania, Ecuador, Marruecos, Argelia, Bolivia, Venezuela, Ghana, Cuba y Nigeria, me queda la recompensa de saber que no solo se han formado, también han aprendido los unos de los otros, trabajando en equipo y aportando distintos puntos de vista a cada ejercicio y dinámica que enriquecían la enseñanza.

La perfecta convivencia en el aula de distintas culturas demuestra que poco a poco esas barreras sociales pueden ir desapareciendo y que de todos y cada uno de nosotros depende que el camino para lograr la inserción social y laboral de las personas inmigrantes sea más fácil.

*Isabel Martín Flores es docente de la Asociación Arrabal-AID