Políticos y clérigos corruptos

Ha causado sensación el que un clérigo se haya atrevido a criticar, en un sermón ante dos ministros, lo que, por desgracia, debería ser su deber constante: la intolerable corrupción de los políticos. Pero más extraño aún, más tabú -y por eso mismo ha tenido menos eco mediático-, es que también en ese sermón el sacerdote Antonio Pelayo haya denunciado lo que él mismo ha declarado peor: la corrupción de los mismos clérigos. En efecto: los actuales dirigentes económicos y sociales de España han sido educados por unos clérigos que pretendían tener -como aún reivindican ahora, pero ya con menor influencia- el monopolio de la moral. De ahí que su pésima enseñanza y ejemplo puede y debe ser considerada como la principal raíz inicial del derrumbe moral hoy imperante en España; desastre cada vez más patente, a medida que se van superando -no sin clamorosos retrocesos- las cortapisas de censura impuestas por la tan dura como por ellos bendecida dictadura anterior.

Julián Gómez VidalMálaga