Decía el bueno de José Luis López Fuentes, magistrado de la Audiencia malagueña que ya está presidiendo la de Granada, que ahora todo ha cambiado, en este tiempo se investiga a cualquiera. Consciente de lo que decía, este togado, que se ha destacado por toda una vida al servicio del ciudadano y de la jurisdicción, no se refería a que hubiera desigualdad antes en el trato que se daba a los ciudadanos, sino que hoy en día hay jueces muy valientes, de esos a los que no les tiembla el pulso al mandar esposar a Rodrigo Rato, exvicepresidente del Gobierno, o sentar en el banquillo a una infanta de España. Y lo cierto es que tiene razón. En un país en el que todo ha fallado y la separación de poderes es cada día menos clara, con límites turbios y porosos, al menos por arriba, la existencia de magistrados así es una garantía para el Estado de Derecho, porque no me voy a cansar de repetirlo una y otra vez, aquí y donde haga falta: sólo nos han salvado en esta marejada económica y de indignidad la postura ética de unos pocos y un puñado de jueces. No todos. Unos cuantos. Y no me refiero a los que se han enamorado de las cámaras, que los hay. Sino a esos callados que rehuyen las fotos y, con mano de hierro, dictan autos, providencias y sentencias sin pensar en quién tienen delante. Es refrescante saber que hay jueces capaces de aplicar el derecho aunque delante tengan a Rato, un tipo que llegó a ser director gerente del FMI y que simboliza, él y su trayectoria lamentable, todos los males que aquejan a ese país: el enjuague, la palmadita en la espalda, el clasismo rancio, la falta de respeto por un pueblo que ve cómo algunos se suicidan por no poder pagar la hipoteca mientras otros se van a esquiar a estaciones megapijas y sus esposas aducen que ellas no sabían nada de nada, no señor, del origen del dinero que sus señores llevaban al nido familiar. Bah. Sólo tipos como Pablo Ruz, el juez Castro o Mercedes Alaya han sido capaces de apretar las tuercas a la manada de sinvergüenzas que nos ha caído encima. Fiscales como Juan Calvo-Rubio Burgos, ex de Medio Ambiente en Málaga y nuevo responsable de la Fiscalía de Córdoba, al que por cierto el viernes homenajearon sus compañeros. Un hombre consciente de la altura e importancia de su función y del interés que tiene para el ministerio público dar a conocer su trabajo y explicarse ante la sociedad. Este hombre tiene el récord de sentencias condenatorias en un año por delitos contra la ordenación del territorio. Decía hace unos días el TSJA que no todo puede explicarse en justicia por el exceso de trabajo. Y se refería a sus males. Estoy de acuerdo.