Desde hace algo más de una semana aparecieron por las calles unas personas caracterizadas con ropajes peculiares por la ciudad. Dan vueltas por todas las calles, no sólo las que tienen más visibilidad. Y llegaron como zombis por toda la península, y los territorios marinos.

Los ciudadanos, no de los que sirven a las órdenes de Albert Rivera cual corderos, se preguntan sobre esas personas. Quieren conocer su procedencia. Intentan parecer empáticos, y hasta simpáticos. Viajan con una sonrisa de dientes perfectamente alineados en la boca. Pero no consiguen identificarlos. Esas personas extrañas quieren parecerse a los mortales. Se dan su paseo en bicicleta, acuden a ferias caninas, e incluso, se beben una horchata. La confusión crece. Pero nadie los reconoce. Parecen venidos de mundos extraños.

Llevan luces que les acompañan, la de los flashes que les hacen fotografías. Van pegando puerta a puerta y se pelean por ser el elegido. Cuando aparecen por un lugar ocurren sucesos paranormales. Los ciudadanos se miran con extrañeza, apesadumbrados y con pocas ganas de hablar con ellos. Los vecinos los etiquetarán rápido y puede que sean mal mirados. Algunos son buscados por haber cometido delitos, ese es el rumor que corre.

No puedes hablar con ellos más de 15 minutos. Si lo haces viene una persona en tu busca. Quieren saber lo que has hablado con ellos. Lo has conseguido. Has hablado con uno. Tranquilo, se cuenta que salen a la calle cada bastante tiempo, pueden pasar años. Esta es la segunda vez que aparecen en lo que va de año. Todavía queda una, que pudieran ser dos. Buscan asilo, o al menos un cobijo de sombras que aprovechará para hablarte, e incluso convencerte.

Su aparición por las calles comenzó a la vez se estrenaba en España la serie Refugiados, pero podemos estar todos tranquilos. No vienen del futuro. Sólo son políticos en busca de nuestro voto.