La influencia de los medios globales hace que perdamos el aprecio por nuestras cosas y que estemos deslumbrados por el mundo. No nos percatamos de que cuanto más globales son la vida y la sociedad, más importante resulta que recordemos nuestras raíces e identidad. "Nos hemos quedado sin lazo con la tierra" (Jordi Savall).

La cita viene a cuento pues enlaza con las siguientes reflexiones. Ignoro si lo de la noria será un globo sonda para apreciar el eco que la idea tiene en la ciudad. Se utiliza además un doble espantajo emulativo, el que Londres ya la tiene y el que en Sevilla pretenden instalar otra. Ahí va mi opinión por si sirve de algo.

Una noria en el puerto, es decir en medio de una ciudad supone una evidente banalización de la misma. Una cosa es promover el turismo urbano y otra muy distinta convertirnos a los ciudadanos en comparsas de un parque temático más en que alguien pretende convertir nuestra ciudad.

Dejando al margen cuestiones de falta de personalidad, tal artilugio en una gran ciudad como Londres es un elemento más que se diluye en su magnificencia. Pero en la nuestra constituiría un elemento visual tan potente en su paisaje fundamental que eclipsaría nuestros símbolos más relevantes (Farola, Alcazaba, Gibralfaro, Catedral), lo que constituye un despropósito y una falta de respeto por los malagueños que evidencia la profunda incultura de quien la promueva y el desprecio a nuestra historia. ¿Para qué?

Hemos dado un importante salto de calidad urbana y turística con los nuevos museos y el brillo que sus marcas irradian. Estaba en los planes estratégicos. Pero potenciar nuestra imagen en franquicias museísticas puede plantear problemas futuros si la tendencia se generaliza, si los grandes museos empiezan a «valorizar» sus marcas y sus colecciones secundarias por el mundo.

Podría ocurrir como con la calle Larios que es un magnífico escaparate para las grandes marcas comerciales mundiales, que no se diferencia mucho de ninguna otra calle comercial emblemática de cualquier ciudad relevante. Ha ganado en identidad arquitectónica pero la ha perdido en identidad comercial que también es importante.

Están aquí los nuevos museos, bienvenidos, que se queden por mucho tiempo y promuevan la cultura de los malagueños y no solo el turismo. Porque si de turismo se trata, el futuro pasa por la autenticidad, la singularidad, la sostenibilidad -las raíces, la identidad y el lazo con la tierra de Savall- (¡ojo! que la capacidad de carga turística del centro de Málaga no es ilimitada), cosa que en nada se cumple con equipamientos banales o globales.

¿Para cuándo un centro cultural de los pintores malagueños de los 50? Son una generación importante, con identidad propia, que está necesitando ya un centro de información, documentación, difusión, y exposición antes de que sus obras se desperdiguen y se pierda la oportunidad de concentrarlas y sirva para valorarlas?

¿Por qué ese empeño en expropiar una seña de identidad antropológica y etnográfica como el Ecomuseo Astilleros Nereo en Pedregalejo, calificado como «Bien de Interés Etnológico» en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz? ¿Por la estética de un paseo marítimo lineal? ¿Y pretendemos eliminar una seña de identidad única e irremplazable como es la carpintería de ribera malagueña que, además, puede constituir un producto turístico singular relevante sobre todo en temporada baja?

Bien están los museos, pero «si hablamos de cultura, habría que hablar de formación, de educación, de sentido de identidad colectiva, de pertenencia a una comunidad ciudadana» (López Cuenca, El elefante blanco y la marabunta). Suponer que organizar «espectáculos culturales gratuitos» como la Noche en Blanco contribuyen a aumentar el nivel cultural de la ciudad creo que es erróneo. No estoy en contra. De lo que estoy en contra es de la extensión del concepto de gratuidad al ámbito de la cultura gracias al cual se arruina la propia cultura, cuando los creadores no pueden vivir de su trabajo -que también se roba impunemente en internet-, cuando no se respeta su función social. Esto no es «la promoción y tutela del acceso a la cultura» de las que habla la Constitución.

No me considero cualificado para hablar del papel de la cultura en la sociedad, pero de lo que estoy absolutamente seguro es de que una ciudad culta o que pretenda serlo trata a sus ciudadanos como tales y respeta su historia y sus monumentos. Cosa que en muchos casos brilla por su ausencia en Málaga.

Un ejemplo. El pasado domingo se celebró el día de puertas abiertas en el Jardín Botánico-Histórico de la Concepción. Nada que objetar. Lo que me parece intolerable es que siendo un Bien de Interés Cultural, es decir un Jardín del Patrimonio Histórico de Andalucía y de España, y como tal digno de la máxima protección, parece que sus rectores lo confunden con un parque de atracciones o un parque público convertido en feria.

Véase el programa. Tiene actuaciones musicales, exposiciones, talleres de ciencia, estupendo; cuentacuentos, teatro infantil, guiñol, pintacaras, bueno. Ahora bien instalar tres mercadillos, y puntos de comida y bebida con barbacoas y hamburguesas, castillo inflable y jumping, me parece que es una radical falta de respeto a la cultura.

Es decir, la suma de actividades anunciadas se traduce en definitiva en transformar el Bien de Interés Cultural y Jardín Botánico-Histórico de la Concepción en la feria por un día.

¿Así se entiende en el Ayuntamiento de Málaga la labor de promoción y tutela de acceso a la cultura?

*Rafael Esteve Secall es profesor titular de Economía Aplicada de la UMA